Marcos Chávez M.
(primera parte)
El plan de Apoyo a la Economía Familiar calderonista: la mentira, la inutilidad, la vulnerabilidad y dependencia alimentaria, la condena a muerte de los productores agropecuarios tradicionales.
Dicho programa, dado a conocer por Felipe Calderón Hinojosa el pasado 25 de mayo, no constituye más que un golpe mediático para el consumo popular, de escasa trascendencia. Es inútil para contener el alza de los precios de los bienes básicos y aislar los efectos perniciosos de la inflación importada. Es ineficaz para evitar que el encarecimiento deteriore aún más los niveles de vida de las mayorías y eliminar el riesgo de hambruna en México, el descontento y el eventual estallido social. Es una propuesta que sólo busca manipular políticamente las necesidades de la población más empobrecida. Varias de las supuestas medidas “novedosas” que contiene para tratar de contrarrestar una crisis alimentaria no son más que una falacia: actualmente se encuentran en operación. Los subsidios que se darán a los pobres y los productores son irrisorios. En nada contribuirán a modificar la precaria situación de los damnificados del neoliberalismo, despejar el fantasma de la hambruna y abrir un horizonte más benigno a la actividad agropecuaria, arruinada por las contrarreformas estructurales y las políticas económicas neoliberales: el desplome de gasto público sectorial, la apertura comercial indiscriminada y las importaciones masivas de esa clase de productos, su marginación del crédito de la banca comercial y la quiebra o la sobrevaluación cambiaria, entre otras medidas.
El aumento de los precios de los bienes básicos y la dependencia externa de esos bienes es responsabilidad de las políticas neoliberales priistas-panistas, que abandonaron el objetivo estratégico de la autosuficiencia y soberanía alimentaria. El programa de Calderón y sus chicago boys no busca recuperar la independencia alimentaria. Al contrario, aplica el consejo de Milton Friedeman. Aprovechar el temor de la sociedad ante el incremento desmedido de los precios de los alimentos para imponernos una nueva, súbita y rápida “terapia de shock económico: terminar por desmantelar la estructura arancelaria agropecuaria; ampliar la entrada masiva de bienes básicos importados, que terminarán por destruir a los productores rurales tradicionales; y agudizar la dependencia a Estados Unidos y las voraces y especuladoras empresas trasnacionales que, adicionalmente, fueron premiadas con los subsidios oficiales a la distribución del maíz.
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