La consulta ciudadana: un acto de dignidad
Hoy en el Distrito Federal, Michoacán, Guerrero, Morelos, Tlaxcala, estado de México, Baja California Sur, Hidalgo, Veracruz y San Luis Potosí, se celebrará una consulta pública para preguntarle a la gente su opinión sobre el destino del petróleo mexicano. Las boletas tendrán impresas preguntas elaboradas por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto Politécnico Nacional. Serán solamente dos: “actualmente la explotación, transporte, distribución y refinación de los hidrocarburos son actividades exclusivas del gobierno: ¿está de acuerdo o no que en esas actividades puedan ahora participar empresas privadas?”, y “en general, ¿está de acuerdo o no con que se aprueben las iniciativas relativas a la reforma energética que se debate actualmente en el Congreso de la Unión?”.
¿Por qué hacer una consulta pública?, ¿por qué preguntarle a un pueblo que, según Jesús Reyes Heroles, director de Pemex, es ignorante y no sabe nada?, ¿por qué buscar la opinión de la ciudadanía y hacerla partícipe de las decisiones que se toman en el gobierno?, ¿por qué si se eligen senadores y diputados; es decir, “representantes populares” (que se supone son la “voz del pueblo”), se tiene que volver a consultar al pueblo?
Para la élite política mexicana, en especial la panista y priísta, pero también para algunos integrantes del partidos del sol azteca (ahí está el ejemplo de Ruth Zavaleta), pensar en el pueblo es un absurdo. Una extravagancia. Ellos arguyen que México es una nación donde impera la democracia representativa y con eso basta. Sin embargo, en el país existe una crisis de representatividad. La mayoría de las personas no se identifican con sus “representantes” en las cámaras de Diputados y Senadores ni piensan que un partido político sea el camino para que su voz sea escuchada o tomada en cuenta.
La participación de la población, sin embargo, es necesaria en un país en crisis de representatividad y donde unos cuantos piensan que son dueños de la nación, que pueden hacer lo que les venga en gana y que nadie les va a decir nada, que nadie les va a poner un alto. Esta reacción a la consulta popular significa miedo. Por eso los de arriba la minimizan, por eso la atacan, por eso desean que no se lleva a cabo.
La consulta pública toma más realce porque tiene que ver con el petróleo. Y el petróleo es México y México es petróleo. No se puede concebir la historia reciente del país sin tomar en cuenta este recurso natural. En 1938 el general Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera a unas cuantas empresas extranjeras. No fue fácil, nada fácil. Ahora, el PAN, que siempre ha sido la derecha en México y nunca dejará de serlo, quiere regresar, retroceder, volver atrás. Y lo hace a través de engaños y mentiras, con una campaña mediática que ha intentado convencer a los mexicanos de la necesidad de privatizar Pemex, aunque jamás utilicen esa palabra: siempre usan el eufemismo “modernizar”.
En una democracia participativa la gente expresa su pensar sobre asuntos importantes relativos al destino de la nación: no solamente se acude a votar una vez cada tres años. Por eso la consulta a celebrarse hoy es un acto progresista, un verdadero ejercicio democrático que no debería ser rechazado por las autoridades, como ahora lo está haciendo el gobierno federal. Varios altos funcionarios del Ejecutivo encabezado por Felipe Calderón han desestimado los esfuerzos hechos por el gobierno del Distrito Federal, el PRD y un amplio sector de la ciudadanía para que la gente se exprese. Arguyen que la decisión de si se aprueba o rechaza la reforma energética está en manos del Congreso y niegan validez a un acto de democracia participativa. Se equivocan. En el Poder Legislativo se encuentran los representantes de la sociedad, pero en una decisión debe tener más peso, siempre, la misma sociedad y no una pequeña cantidad de “representantes populares”. No se puede ir en contra de lo que quiere el pueblo, en contra de lo que desea y anhela.
La sociedad organizada en contra de la privatización
En su reciente visita a Jalisco, Andrés Manuel López Obrador, ex candidato a la Presidencia de la coalición Por el Bien de Todos, insistió que Pemex, por ningún motivo, se debe privatizar. Sin duda el político tabasqueño representa el pensar de buena parte de la población.
Pemex es una empresa que han saqueado por muchos años gobiernos priístas y panistas. Y sin embargo, sigue llenando de recursos las arcas del gobierno. De cada peso del presupuesto federal, 40 centavos provienen de la industria petrolera. Actualmente, el precio del barril de la mezcla mexicana de petróleo se cotiza en alrededor de 120 dólares. El negocio es grande, si consideramos que cada barril cuesta extraerlo 4 pesos. Por eso mucha gente no quiere que se privatice Pemex: porque comprenden la situación actual, porque saben que si se utilizaran de una manera honesta los recursos de Pemex, la industria energética sería una palanca de desarrollo en México.
La consulta pública a celebrarse hoy significa la voz de buena parte del pueblo, ese pueblo que jamás es escuchado por los arriba, que nunca es tomado en cuenta en los acuerdos de la cúpula política mexicana. Por eso la importancia de este ejercicio democrático.
Si en la consulta, como todas las encuestas parecen indicar, gana el no a la privatización y el no a la reforma energética calderonista, y aún así panistas y priístas intentan privatizar el petróleo, buena parte de la sociedad no lo permitirá. Andrés Manuel López Obrador lo dejó claro en Atequiza, último poblado visitado en su reciente gira por Jalisco: “si la gente dice no a la privatización, ¡es no! Y aunque se pongan de acuerdo arriba el PRI y el PAN, como siempre lo hacen, no lo vamos a permitir. Nos vamos a movilizar, vamos a poner en práctica la resistencia civil pacífica: ¡no vamos a permitir que se entregue el petróleo a particulares!”.
Los de arriba quieren lo de siempre: más poder, más negocios, más dinero. La defensa del petróleo es, en sí, la defensa de México: sería un retroceso admitir una iniciativa (ya sea del PAN o del PRI) que intente privatizar la riqueza energética del país. Por eso la consulta pública es importante, porque además de ser un ejercicio de democracia participativa, es la oportunidad de la sociedad para decir “ya basta”, para impedir que los que se sienten dueños de este país desmantelen aún más a la nación. Es un acto de lucha, y también, es un acto de dignidad.
jorge_naredo@yahoo.com