Diario de Martita – La Boda
I
Querido Diario:
Como tú sabes, Chente y yo nunca nos hemos casado por la iglesia. Nos casamos, si, por lo civil, es decir, de acuerdo a las leyes del indio maldito ese de Juárez. En cierta manera, Chente y yo hemos estado viviendo en el pecado hasta que se anulen nuestros matrimonios.
Chente estaba rete ocupado escribiendo sus memorias. Algún día, ese libro lo hará acreedor de un Nobel o de un Oscar o que se yo, igualito que premiaron a la Rabina Gran Tagore. Fue entonces que le cayo una carta con remitente del Vaticaño. Clarito oímos sus gritotes y fuimos corriendo yo y los del
“¿Esta bien Mister President?” le pregunto el coronel Balarraza.
“Si, mi coronel. Es que grite del gusto. Por favor déjenos solos. Viejita, te tengo excelentes noticias.”
“¿Qué paso Chente? ¿Ya cayo Chávez?”
“Olvídate de eso, viejita, mira, me acaban de informar que siempre el fuhrerdasromankatolischekirche, SS von Ratzinger, si va a anular nuestros matrimonios previos. O sea, ¡tu y yo finalmente nos casaremos por la ley de Dios!”
“¡Bendito sea el cielo! ¡Seguro que fue la novena que le hice a San Vergon, el santo PANista!”
“Pos ponte las pilas vieja. Tenemos que buscar templo. Yo quiero que nos casemos antes de la navidad.”
“Pos que te parece la parroquia de San Vicente de los Jumentos, ahí en San Francisco del Rincón. Es lo mejorcito que tiene el pueblo.”
“Si, ve y pregunta. Yo mientras empezare a mandar invitaciones. A ver si viene Uribe, Rebuznar, Bush, etc.”
Pos al rato me fui a ver al párroco de San Vicente de los Jumentos. Este es un gachupín viejo y cascarrabias.
“¡Hostia! ¿El santo padre os va a quitar de puta?”
A veces el curita habla un español que ofende. “Pos si, pagrecito, ya nos van a dar la venia para casarnos por la ley de Dios y no la del indio horrible ese. Quiero ver si podemos casarnos aquí.”
“Pues si vos queréis legalizar el entregar vuestras nalgas aquí os doy la bienvenida.”
Sin embargo, recorriendo la parroquia la encontré rete pobre y triste. “Oiga, ¿y por que esta tan jodido el templo? ¿No le caen limosnas?”
“¡Josu! Antes si caían, muchas, pero con eso que los indios se van a de mojados ya casi no contribuyen.”
“Pos que manden remesas, ¿no cree?”
“¡Jolines! Eso seria lo ideal. Pero, sabe, señora, yo creo que es porque andan en un país protestante y ya no le mandan nada a la iglesia. Los únicos que están en auge son los seguidores del chamuco.”
En efecto, el cura apunto al otro lado de la plaza. Ahí había un edificio horroroso pintado de rojo. Era el satanarium que el licenciado había recién inaugurado. Había una cola en la entrada.
“¿Y por que va tanta gente con el chamuco?”
II
La iglesia de San Vicente de los Jumentos en San Francisco del Rincón está de a tiro rete jodida. Como que no me pareció correcto que yo y Chente celebremos ahí nuestra boda. Como me explicó el cura gachupín, el único templo que está en auge en San Pancho es el templo satanista: “Lo que pasa, señora, es que ahí dentro dan despensas y reparten chupe y drogas gratis. Además, las sacerdotisas son de muy buen ver y efectúan misas negras estando en cueros.”
“¿Y como permite el gobierno que el chamuco efectué esos degeneres?”
“No se, señora, dicen que el chamuco tiene fotos del Cardenal don Perberto Rivera bailando encuerado con Michael Jackson.”
Regrese al Centro Fuchs decidida a llamarle a Jelipe para que ordene que se cierren los centros satanistas esos. Para mi sorpresa, Jelipe me llamó primero.
“Doña Marta, ¡jic!, supe que usted y el mister president Fuchs se, ¡jic!, van a casar.”
“Claro, Jelipe. Y usted y su Barbie están invitados.”
“Oiga, para mi seria un gran honor, ¡jic!, si portara el vestido de bodas, ¡jic!, que mi difunto camotito iba a lucir cuando, ¡jic!, nos íbamos a casar. Ya vide oste que Dios, ¡jic!, no quiso que se lograra, ¡jic!, eso, pero él ya lo había ordenado, ¡jic!, y lo iba a lucir en nuestra boda.”
La noticia me sorprendió. “¿Iban a tener la venia del Vaticaño para casarse? ¿Y su Barbie?”
“Pos si, ya vide oste, ¡jic!, que con dinero baila, ¡jic!, el perro. Yo me iba a, ¡jic!, divorciar de la Barbie y el de su zagala y nos, ¡jic!, íbamos a matrimoniar como Dios, ¡jic!, manda. Al fin que en el DF los comunistas permiten esas cosas.”
Luego Jelipe se puso a chillar a moco tendido. “¡Como extraño a mi camotito! (pujidos) ¡Seria, ¡jic!, para mi un gran honor si usted portara su vestido, ¡jic!, de novia.”
¿Pos como me iba yo a negar? En efecto, unas horas después llegó un helicóptero de la SEDENA y se bajó un generalote portando un paquete.
“Este es el vestido de novia del camotito, doña Marta. Que dice Jelipe que por favor se lo pruebe oste y lo use en su boda.”
El vestido era muy bonito, cual correspondía a la novia de un presidente. Tenía un gran escote. Incluía una fotografía del difuntito portándolo. En la foto se veía su pecho peludo de gachupín. Por lo menos yo me depilo, pensé, aunque sentí cierta envidia porque el gachupín tenia las tetas mas grandes que las mías.
Llame a mi modista pues tenia unas llantitas que iban a necesitar ser disimuladas. El vestido ya no era problema. Todavía faltaba encontrar un templo. Fue entonces que Chente se me presentó todo desconcertado.
“Vieja, no nos van a dejar casar.”
“¿Por qué Chente?”
“Dice el Vaticaño que estoy loco.”
Justo cuando pensaba que ya nos íbamos a casar por la ley de Dios, Chente me dio la noticia que el Vaticaño no lo iba a dejar casarse.
“Dicen que estoy loco, Marta.”
“¿Cómo? Dime, ¿de donde sacan eso?”
Chente me extendió con los ojos llorosos la carta del Vaticaño. “No la lei todita. Nomás leí los primeros párrafos, donde decía que iban a declarar inválidos nuestros primeros matrimonios. Pero, mira, aquí lo dice clarito: tengo trastornos de personalidad y soy narcisista. Y dicen que no me van a dejar casar a menos que me someta a tratamiento.”
“¿Narcisista? ¿Eso es una secta protestante?”
“Pos el papa sabe que yo soy católico, Marta.”
“Chente, ¿no querrán decir narcosista?”
“Pos eso ha de ser, Marta. No se como se entero el papa de los negocitos que hice con los carteles.”
“Algún envidioso soltó la sopa. Yo creo que el santo padre quiere una mochada de lo que sacastes con tus negocitos con los carteles. No te preocupes, Chente, yo me encargo de arreglar esto. ¡Faltaba más! Tu y yo nos vamos a casar por la iglesia, ¡como Dios manda!”
De inmediato llamé al arzobispo Bocadebagre en Guadalajara.
“¿Señor arzobispo? Habla Marta Asegun de Fuchs.”
“¡Señora! ¡Que gustote! Fíjese que tuve que regresar la mega limosna pues los comunistas se enteraron. ¿No tendrá oste algunos milloncitos que le sobren? Es para una causa noble: quiero hacerles un santuario a los terroristas cristeros.”
“Oiga, oste luego luego me quiere bajar dinero. Sabe, no se lo daré por su linda cara, que no la tiene, don Salvador. Pero, ¿qué tal si me hace un favorzote?” Y le explique lo que pasaba.
“Jijos, señora, no se acerca de la acusación de narcosista. Pero, sabe, si don Chente requiere tratamiento, pos lo puedo meter al manicomio donde guardamos a los curitas que están ‘enfermitos’ porque los agarraron manoseando chamacos.”
“¿Manicomio? ¡Mi Chente no está loco!”
“Es en realidad como un country club, con campo de golf y gimnasio. El tratamiento consiste en electroshocks aplicados en el pito mientras se le muestra al ‘enfermito’ fotos de chamacos encuerados. Es igualito al tratamiento en Naranja Mecánica.”
“¿Y sirve?”
“Pos no. Los ‘enfermitos’ luego luego le agarran el gusto a la electricidad. Mande a su Chente por tres días de tratamiento. Ansina le podrán tapar el ojo al macho y decir que fue sometido a tratamiento.”
“Pos si, pero, ¿y la acusación de narcosista? Digo, hágame el favor completo o no le suelto la feria.”
“Pereme tantito. Llamare al Vaticaño a ver que onda, señora. Estoy seguro que con dinero baila el perro.”
“Oiga, por ultimo, ¿tendrá un lugar donde nos podamos casar antes de navidad?”
“Eso está mas cabrón, señora, como estamos presentando las estuatas de San Vergón y San Camotito las iglesias estarán ya asignadas para misas de consagración.”
IV
Estoy desesperada tratando de hacer que el Vaticaño permita que Chente se case conmigo. Aparentemente, el papa se enteró de unos negocitos que Chente hizo con el Chapo y lo andan acusando de ser narcosista. El arzobispo Bocadebagre de Guadalajara accedio a someterlo a tres dias de tratamiento de electroshocks en el pito. Eso llenaría el requisito del Vaticaño de que se someta a tratamiento por sus problemas de trastornos de personalidad.
“Jijos, Marta, ¡yo no quiero que me den electroshocks en el pito!”
“Mira, Chente, Bocadebagre dice que es el tratamiento que le dan a los curitas que agarran manoseando chamacos. Dice que los ‘enfermitos’ hasta le agarran gusto a la electricidad. Probablemente acabaras disfrutándolo. Y así le podemos decir al Vaticaño que te sometiste a tratamiento.”
“Bueno, si es ansina, lo haré. Pero, ¿y que de la acusación de narcosista?”
“Bocadebagre ya anda tratando eso. Nos va a costar una feria pues quiere que donemos dinero al monumento a los terroristas cristeros.”
Lleve a mi Chente al manicomio para que le dieran electroshocks en el pito. Ahí me encontré al arzobispo Bocadebagre.
“Señora, le tengo buenas y malas noticias.”
“Espereme tantito. Creo que van a empezar el tratamiento de Chente.”
En efecto, se oyo un alarido.
“Bendito sea Dios,” dijo el arzobispo persignándose, “es evidente que su marido está respondiendo al tratamiento.”
Los alaridos de Chente me ponían nerviosa. “Sabe, mejor vamonos de aquí. Dígame, ¿cómo que tiene buenas y malas noticias?”
“Si señora, las buenas son que al Vaticaño no le importa si don Chente es narco o no. Dice el papa que si ustedes se mochan con feria para el santuario de los terroristas cristeros él no la hará de tos.”
“Orita le hago el cheque entonces. ¿Y cuales son las malas noticias?”
“Pos pregunté en todas las iglesias. De plano no hay manera de casarlos antes de la navidad.”
“No joda, las invitaciones ya salieron. Va a venir don Chorch Bush, don José Maria Rebuznar, Uribe, Jelipe, todo el Yunque. ¡Mister president Fuchs no puede quedar mal!”
Pero el arzobispo no cedió. Unos días después Chente regresó de su tratamiento.
“¿Ya te sientes mejor, Chente?”
“Si Marta. Me dieron una batería de automóvil y unos cables para seguir aquí mi tratamiento.”
“Escucha, les di una lanota a los curas y no te acusaran de narcosista y dieron su venia para que te cases. La bronca es que de todas maneras no hay iglesia.”
“Ah que la chingada. Las invitaciones ya salieron.”
“No te preocupes, ya conseguí templo.”
“¿De veras?”
“Si, no es exactamente una iglesia pero es un templo.”
“¿Cuál?”
“Pos el único disponible: nos casaremos en el satanorium del chamuco en San Francisco del Rincón. La misa negra será oficiada por una sacerdotisa encuerada.”
“¡Excelente! Mientras no seas tu la que se encuere todo está bien.”
V
¡Hoy, hoy, hoy Chente y yo nos casamos en el templo satanista de San Francisco del Rincón! Chente cumplió con el Vaticaño sometiéndose a electroshocks en el pito para curar sus trastornos de personalidad. Y soltamos lana para el santuario de los terroristas cristeros y ansina la iglesia no acusara a Chente de ser narcosista.”
Pero nunca falta un prietito en el arroz. A la Chucky, una de mis damas de honor, no la dejaban entrar en el templo satanista. “En el infierno hay horrores pero esta señora exagera,” protestó la sacerdotisa, una mujer de muy buena figura que estaba encuerada y pintarrajeada como un apache.
“¡Vieja puta!” le reviró la Chucky. “¡Nomás porque andas con las tetas al aigre y estas muy buenota no te da derecho a insultarme!”
Los guaruras de don Chorch estaban todos nerviosos. “¡No es posible que la comitiva este arremolinada aquí en la entrada!” chilló Tony Garza. “¿Qué si los árabes nos atacan?”
Jelipe le entró al quite. “Pos no podemos, ¡jic!, poner en peligro a los patroncitos. ¿Como, ¡jic!, podría entrar la Chucky?”
La sacerdotisa accedió a dejar entrar a Elbita si se ponía una bolsa en la cabeza.
“¡Ya ni chingan!” protestó Elbita. “¡Parezco el hijito de Silvestre!”
“Haiga sido, ¡jic!, como haiga sido, maistra, ¡jic!, oste no la haga de tos.”
Nos hincamos frente al altar. La sacerdotisa empezó a dar unos alaridos y saltos.
“¡Aaaaaaaiiiiiieeee! ¡Salve Satanás!”
Luego nos pusieron a todos enfrente un plato con taquito. “Entrenle,” dijo la sacerdotisa. “Es coca con combina. Es parte del sacramento.”
“¡Orales!” gritó Jelipe. “¡Esta ceremonia, ¡jic!, si me gusta!”
Pos le entré. Me sentí enardecida y me puse muy jariosa. El resto de los invitados estaban igual.
“Ay Chente, que acabe ya, ¡quiero que me lleves a la cama!”
La sacerdotisa produjo un marrano negro y lo degolló.
“In nomine Satanás, ya son marido y mujer,” dijo la sacerdotisa mientras nos embadurnaba la cara con la sangre del animal.
Yo estaba muy jariosa. Me arranqué mi vestido de novia y ansina encuerada comencé a sobarme la charanga. Se oyeron gritos de horror.
“¡Por caridad, vístanla!” gritó Uribe.
“¡Ese, ¡jic!, era el vestido de novia, ¡jic!, que iba a portar mi camotito!” aulló Jelipe.
“¡Marta! ¿Qué te pasa?” preguntó Chente viéndome horrorizado.
La sacerdotisa me plantó un besote con lengua y explicó: “la señora tiene el chamuco adentro. Si oste no la consuela el chamuco se va a manifestar y él lo hara. Mejor llevesela. Tómese usted esta viagra para que no falle al momento de entrar a matar.”
Y ansina encuerada Chente me sacó del templo y nos fuimos a nuestra recamara a follar como conejos. Los invitados hicieron una orgía. Bush le hizo el favor a la Chucky. Y Uribe y Rebuznar mataron a Jelipe. ¡Nuestra boda fue todo un éxito!
FIN