Salvador García Soto
La “crisis que vino de fuera”, como eufemísticamente llaman el gobierno y su partido al origen del problema, tomó carta de naturalización mexicana
Lejos de la agenda electoral y de los afanes de lucimiento mediático del gobierno, la verdadera emergencia para México no es la lucha militarizada contra el narcotráfico; tampoco la acallada —que no superada— epidemia de influenza. El desastre real e inmediato para los mexicanos está en la caída brutal de la economía, una recesión que se agudiza y que toma proporciones devastadoras en el hundimiento de la producción nacional, el crecimiento del desempleo, la pérdida de reservas, divisas e inversiones, una inminente y fuerte devaluación del peso y la drástica reducción de las finanzas públicas.
La “crisis que vino de fuera”, como eufemísticamente llaman el gobierno y su partido al origen del problema, tomó carta de naturalización mexicana; se acrecentó por las debilidades estructurales de la economía local y se profundizó por los equivocados cálculos que de ella hicieron de las autoridades y por la falta de medidas audaces para enfrentar la emergencia.
El cálculo oficial de -5.5% en la caída del PIB es totalmente rebasado por los pronósticos de expertos y analistas nacionales internacionales, que estiman que llegará hasta -7.5% la caída del PIB, incluso por encima de la crisis del 95, la peor de la época contemporánea. México se colocaría así como el país más afectado en todo el mundo por la actual recesión mundial que tuvo su origen en Estados Unidos. Ningún país decrecerá tanto como el nuestro este año. ¿Por qué?
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