No se trata de juzgar al presidente de Honduras, Manuel Zelaya: eso le corresponde exclusivamente a los hondureños. Lo trágico e imperdonable es cuando los puños sustituyen al pensamiento, cuando por falta de argumentos se recurre a la violencia. Es muy simple: si el rechazo a las propuestas de Zelaya fueran mayoría, no habría necesidad de un golpe de Estado, bastaba con rechazarlas en la consulta que se iba a realizar. Por eso se recurre a la violencia, cuando no existe la razón. Cualquier gobierno surgido de un fraude electoral o de un golpe de Estado siempre será ilegítimo y todo lo que surja de él será también ilegítimo. Lo que sucede en Honduras es una tragedia para los hondureños y una vergüenza para el mundo que atestigua en silencio y con impotencia cómplice los esfuerzos de un presidente constitucional totalmente abandonado a su suerte y en clara desventaja para afrontar las fuerzas espurias de los golpistas. Lo que sucede en Honduras es una tragedia para los hondureños y un fracaso de la promesa llamada Obama, que resultó ser sólo una sonrisa sin contenido, la seducción engañosa de un imperio que sigue siendo el mismo que ha apoyado a tantos Pinochets que en el mundo han sido. Lo que sucede en Honduras es una tragedia para el mundo.
Carlos Noriega Félix
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