No hay Estado fallido. Ya pasó a mejor vida el Estado a la antigüita, con todo y presidencialismo y lectura del Informe ante un Congreso que consideraba blasfemia las críticas al presidente; queda como reliquia el espectro del Estado, hecho trizas por ineptitud, corrupción, represiones y culto a la impunidad que es la esencia del sistema. En el Legislativo abundan los representantes fantasmales de la voluntad de encumbramiento, y en el Judicial se acata la voluntad de los poderosos aunque no se molesten en emitirla. El desprestigio describe el manejo de imposiciones muy lesivas para la economía de casi todos y de trampas de lejano origen jurídico que buscan desalentar a quienes quieren participar en la política.
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