viernes, 1 de enero de 2010

Una muerte que no cesa (primera parte)
Epigmenio Ibarra
Para los padres de los 49
niños muertos en Hermosillo.

Solía decir, a quienes visitaban mi archivo de video, que, frente a las miles de cintas que ahí conservo, guardaran la compostura que se guarda en un cementerio. Por años, en la guerra, me tome el cuidado de filmar, aun en las más difíciles condiciones y en el lapso de tiempo que tarda en decirse una jaculatoria, los rostros de los caídos. Quería preservar, en esa memoria al menos, los rasgos del combatiente que había muerto lejos de los suyos con la intención de hacerle un homenaje y también para que, quizás, algún día una madre, un hermano, un hijo sentado frente a la pantalla, lo descubriera y pudiera así saldarse la deuda que queda pendiente entre quien decide darlo todo por cambiar el mundo y aquellos a los que, necesariamente, debe dejar atrás condenadoles, de alguna manera, a vivir en un mundo aún más jodido por su ausencia.
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