Columna semanal del periodista Miguel Badillo
El Proyecto transexenal de Calderón
Su plan de gran visión hasta el 2030
Poderes fácticos dominan su agenda
Cuando Felipe Calderón llegó sin legitimidad y mucho menos credibilidad a la Presidencia de la República, las aspiraciones del PAN eran permanecer en el poder al menos 36 años, casi la mitad de lo que el PRI conservó el Poder Ejecutivo. Esa fue la primera intención del político michoacano al lanzar su propuesta “México 2030 Proyecto de Gran Visión”.
En ese plan transexenal, circunstancia que sólo se materializa cuando se trata de continuar con la corrupción, sin importar al cambio de PRI a PAN, Calderón al fin tuvo un acierto al encabezar esta iniciativa: México necesita un diagnóstico de largo plazo; una evaluación de los retos pero sobre todo de los resultados para alcanzar soluciones de fondo que terminen con el rezago y la incertidumbre sobre un proyecto de país en un amplio horizonte.
Pero dicho plan proyectado hasta el 2030 no sólo deja fuera los intereses de la nación y de los mexicanos, sino que es abusivo al proponer sólo la privatización de lo que queda en manos del Estado y ha sido, precisamente, un proyecto de este tipo el que mantiene a México fuera del radar internacional y que condena a la mayor parte de su población a la pérdida de varias generaciones.
México, de hecho, no forma parte del grupo de países que han sido calificados – por su densidad demográfica, el bono poblacional – como el motor del desarrollo hacia el año 2050. Y si se trata de largo plazo, México, con sus niveles de pobreza y marginación, se encuentra fuera de la ruta de los objetivos de desarrollo para el Milenio de la ONU.
Y una prueba del rotundo fracaso de los gobiernos panistas, es que Felipe Calderón no ha logrado ni siquiera cumplir con el Plan Nacional de Desarrollo o con los programas sectoriales fijados por las dependencias de su gobierno, en donde lo único que vemos es un constante abuso de poder, tráfico de influencias, desvio de recursos públicos, contratos amañados y servidores públicos con una enorme incapacidad para administrar y mucho menos para gobernar. Eso es el gobierno de Calderón, un rotundo fracaso que incrementó los márgenes de miseria y el número de pobres, privilegió al capital extranjero sobre el mexicano, coptó a la mayoría de los medios de comunicación, disminuyó la inversión mexicana y por si fuera poco vulneró la de por sí disminuida democracia que había en el país.
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En ese plan transexenal, circunstancia que sólo se materializa cuando se trata de continuar con la corrupción, sin importar al cambio de PRI a PAN, Calderón al fin tuvo un acierto al encabezar esta iniciativa: México necesita un diagnóstico de largo plazo; una evaluación de los retos pero sobre todo de los resultados para alcanzar soluciones de fondo que terminen con el rezago y la incertidumbre sobre un proyecto de país en un amplio horizonte.
Pero dicho plan proyectado hasta el 2030 no sólo deja fuera los intereses de la nación y de los mexicanos, sino que es abusivo al proponer sólo la privatización de lo que queda en manos del Estado y ha sido, precisamente, un proyecto de este tipo el que mantiene a México fuera del radar internacional y que condena a la mayor parte de su población a la pérdida de varias generaciones.
México, de hecho, no forma parte del grupo de países que han sido calificados – por su densidad demográfica, el bono poblacional – como el motor del desarrollo hacia el año 2050. Y si se trata de largo plazo, México, con sus niveles de pobreza y marginación, se encuentra fuera de la ruta de los objetivos de desarrollo para el Milenio de la ONU.
Y una prueba del rotundo fracaso de los gobiernos panistas, es que Felipe Calderón no ha logrado ni siquiera cumplir con el Plan Nacional de Desarrollo o con los programas sectoriales fijados por las dependencias de su gobierno, en donde lo único que vemos es un constante abuso de poder, tráfico de influencias, desvio de recursos públicos, contratos amañados y servidores públicos con una enorme incapacidad para administrar y mucho menos para gobernar. Eso es el gobierno de Calderón, un rotundo fracaso que incrementó los márgenes de miseria y el número de pobres, privilegió al capital extranjero sobre el mexicano, coptó a la mayoría de los medios de comunicación, disminuyó la inversión mexicana y por si fuera poco vulneró la de por sí disminuida democracia que había en el país.