Hacía tiempo que no escuchaba la palabra patria que tanto solíamos repetir cuando los de mi generación éramos párvulos, y en la escuela se nos ensanchaba el alma en las asambleas matinales con las notas del Himno Nacional. Hace unos cuantos días, mientras despedía a una amiga en la puerta de mi casa en Monterrey, la escuché de labios de unos jovencitos que pasaban por la acera quejándose de la “tarea” que les encargó una maestra: “buscar la poesía Suave Patria”, que a uno de ellos le pareció “larga y aburrida”, mientras que otro la calificó de “chida”.
No pude escuchar más, porque —como dije— ellos pasaron de prisa por la acera y dieron vuelta en una esquina en su camino a la escuela secundaria cercana.
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