In memóriam de Monseñor Óscar Arnulfo Romero: “La voz de los sin voz”.
“Tiempo de canalla” llamó Lilian Hellman a la época del Macartismo, cuando el tristemente célebre Comité de actividades antinorteamericanas del Senado, presidido por el senador McCarthy, desató, de la mano del FBI, una brutal caza de brujas en la industria del entretenimiento en Estados Unidos.
Se produjo entonces, además de las penas de cárcel, el exilio y el ostracismo para muchos escritores, directores, actores y técnicos un retroceso irreversible de las libertades públicas y la casi destrucción de los instrumentos de crítica social en el cine, el teatro, la radio y la televisión.
Algo similar comienza a vivirse en nuestro país. Es el propio Felipe Calderón Hinojosa —y con el potente eco que su propia posición de mando le da a su voz en los medios— quien en este caso encabeza la ofensiva.
Sitiado por su propios errores en la “guerra” que declaró contra el crimen, Calderón pierde de nuevo los estribos y exasperado promueve, con el falso argumento de que quien critica su actuación está a favor de rendirse ante la “ridícula minoría” de delincuentes o de plano trabaja para ellos, el linchamiento de quienes nos atrevemos a sostener que por su camino, con la doctrina que lo inspira y bajo su conducción esta guerra habremos de perderla todos.
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