Detrás de la Noticia
Se parecen tanto entre sí, que no pueden engañarnos. Ni falta que les hace. Para engañarnos estamos nosotros mismos. Una y otra vez les apostamos la esperanza y una y otra vez nos desilusionan con sus resultados. En ese sentido parecen entidades idénticas y no sólo porque los miembros de una y otra coinciden en ponerse la negra.
A ver, cuántas veces la Corte ha suscitado expectativas de justicia en la mayoría de nosotros. Ahí está el caso de Lydia Cacho donde el vergonzantemente célebre góber precioso Mario Marín, salió indemne a pesar de los escatológicos testimonios en su contra. Y qué decir del caso Oaxaca, en el que no obstante el cúmulo de evidencias, Ulises Ruiz —el góber ruinoso— quedó como ciudadano ejemplar gracias a los ministros.
Por si quedara alguna duda, el caso ABC nos lo está restregando en la cara: la Corte actual —salvo contadísimas excepciones— es un instrumento más del poder político y económico de este país. Por eso sus ministros reciben sin recato alguno no sólo sueldos gigantescos sino a los funcionarios acusados del crimen más horrendo de que se tenga memoria. Por eso han dicho que a ellos no les toca ni lo ético ni lo moral. Por eso y ante la inocultable realidad, reconocen a regañadientes que sí, que se violaron garantías de los 49 niños muertos y más de 100 marcados para siempre; pero que no hay nombres, ni siquiera responsables, tan sólo involucrados. Y así en un involuntario ejercicio de congruencia demuestran que ellos no son los responsables de la justicia, si acaso están involucrados con ella.
Leer mas...AQUI
A ver, cuántas veces la Corte ha suscitado expectativas de justicia en la mayoría de nosotros. Ahí está el caso de Lydia Cacho donde el vergonzantemente célebre góber precioso Mario Marín, salió indemne a pesar de los escatológicos testimonios en su contra. Y qué decir del caso Oaxaca, en el que no obstante el cúmulo de evidencias, Ulises Ruiz —el góber ruinoso— quedó como ciudadano ejemplar gracias a los ministros.
Por si quedara alguna duda, el caso ABC nos lo está restregando en la cara: la Corte actual —salvo contadísimas excepciones— es un instrumento más del poder político y económico de este país. Por eso sus ministros reciben sin recato alguno no sólo sueldos gigantescos sino a los funcionarios acusados del crimen más horrendo de que se tenga memoria. Por eso han dicho que a ellos no les toca ni lo ético ni lo moral. Por eso y ante la inocultable realidad, reconocen a regañadientes que sí, que se violaron garantías de los 49 niños muertos y más de 100 marcados para siempre; pero que no hay nombres, ni siquiera responsables, tan sólo involucrados. Y así en un involuntario ejercicio de congruencia demuestran que ellos no son los responsables de la justicia, si acaso están involucrados con ella.