jueves, 8 de julio de 2010

Atenco: justicia a medias

Detrás de la Noticia

Ricardo Rocha


Perdón, pero como diría el bohemio de mis años mozos “siento por esta vez no complaceros”. Y es que la lógica más elemental impone seguir hablando del 4 de julio y sus consecuencias. Pero, la verdad, creo que no podemos permitir que los fulgores del superdomingo nos obnubilen la decisión histórica de la Suprema Corte de Justicia al liberar a los doce presos políticos de Atenco. Que eso y no otra cosa eran los líderes de un pueblo que se negó a morir, a desaparecer con la construcción de un aeropuerto que era también el gran negocio de un foxismo corrupto y matrero, aliado con el impresentable gobernador priísta que fue el ínclito Arturo Montiel.

Viví y croniqué aquella rebeldía y también la gestación de una venganza heredada, prolongada y encarnada en el heredero montielista Enrique Peña Nieto. Un desquite feroz que tuvo una jornada vergonzante en aquel 3 de mayo de 2006 cuando, con la venia y el apoyo logístico del gobierno federal, las huestes del entonces recién estrenado gobernador del Estado de México embistieron ferozmente contra Atenco y sus habitantes: a cientos de ellos los persiguieron y los golpearon hasta hartarse; en la bárbara represión mataron de un balazo a Javier Cortés Santiago de 14 años de edad; luego de una detención masiva violaron a decenas de mujeres camino a la cárcel. Y la revancha se prolongó con nueve de los de Atenco en el penal de Santiaguito y sus tres principales dirigentes condenados a 67 años de cárcel, Felipe Álvarez y Héctor Galindo, y hasta a 112 años de prisión a Ignacio del Valle; sentencias que entonces le parecieron benévolas al aspaventoso y copetudo góber.
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