Fausto Fernández Ponte
“¡Al diablo con las instituciones
que violan la Constitución y las leyes”.
Andrés Manuel López Obrador.
En un documento publicado el 14/VI/2010 en los diarios de la ciudad de México y, un día después, en un mensaje divulgado por radio y televisión en una cadena de estaciones y repetidoras, Felipe Calderón exhibió con implícita explicitez su tristísima condición actual.
El hombre ha sido abandonado y está solo. Todos se han ido. Continúa rodeado de sus amigos –que siempre han sido pocos– y sus colaboradores, así como por afines, que cada día son menos. En el cuarto año de su sexenio, don Felipe es un mandatario políticamente débil y muy vulnerable.
Incluso, la inercia misma de la investidura y la institución presidencial se han agotado. Es hoy el proverbial “lame duck” (literalmente pato domesticado sin iniciativa propia) que en la vernácula política angloestadunidense describe a un mandatario débil y sin poder ni autoridad.
Quienes lo han abandonado son aquellos que en 2006 y hasta hace un año y medio aproximadamente fueron sus mentores, promotores, avales y patrones que amafiados participaron en un enorme esfuerzo para hacerlo presidente de México a cualquier costo.
Ese costo ha sido muy alto. La pobreza incontrolada no beneficia a nadie, incluso a los patrones –la neoligarquía– pues se convierte en un pasivo enorme en la economía de capital, mercado y consumo. Los pobres no consumen y reducen el mercado de bienes y servicios.
Además, el desempleo incontrolable también afecta el consumo y el mercado y se traduce en delincuencia ocasional y organizada acrecentada. Los neoligarcas temen ser secuestrados. Temen también por la integridad de sus capitales. Saquear al país ya no es divertido y sí muy peligroso.
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que violan la Constitución y las leyes”.
Andrés Manuel López Obrador.
En un documento publicado el 14/VI/2010 en los diarios de la ciudad de México y, un día después, en un mensaje divulgado por radio y televisión en una cadena de estaciones y repetidoras, Felipe Calderón exhibió con implícita explicitez su tristísima condición actual.
El hombre ha sido abandonado y está solo. Todos se han ido. Continúa rodeado de sus amigos –que siempre han sido pocos– y sus colaboradores, así como por afines, que cada día son menos. En el cuarto año de su sexenio, don Felipe es un mandatario políticamente débil y muy vulnerable.
Incluso, la inercia misma de la investidura y la institución presidencial se han agotado. Es hoy el proverbial “lame duck” (literalmente pato domesticado sin iniciativa propia) que en la vernácula política angloestadunidense describe a un mandatario débil y sin poder ni autoridad.
Quienes lo han abandonado son aquellos que en 2006 y hasta hace un año y medio aproximadamente fueron sus mentores, promotores, avales y patrones que amafiados participaron en un enorme esfuerzo para hacerlo presidente de México a cualquier costo.
Ese costo ha sido muy alto. La pobreza incontrolada no beneficia a nadie, incluso a los patrones –la neoligarquía– pues se convierte en un pasivo enorme en la economía de capital, mercado y consumo. Los pobres no consumen y reducen el mercado de bienes y servicios.
Además, el desempleo incontrolable también afecta el consumo y el mercado y se traduce en delincuencia ocasional y organizada acrecentada. Los neoligarcas temen ser secuestrados. Temen también por la integridad de sus capitales. Saquear al país ya no es divertido y sí muy peligroso.