Cuentan que Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles –que, como expresó Demóstenes, “no es griego”, sino macedonio–, más inteligente que quienes supuestamente lo pusieron en un aprieto (un “cuatro” o, en griego, una aporía: callejón sin salida), cuando lo desafiaron a deshacer un nudo marinero o nudo ciego, éste desenvainó su espada y de un tajo lo deshizo. Alejandro hizo de sus amigos sus “más peligrosos enemigos” por su locura del poder absoluto. Se convirtió “en un pomposo déspota a la usanza oriental… implantó un reinado de terror” (Hugh Lloyd-Jones, editor, Los griegos, editorial Gredos). Esto lo traigo a colación para el tema de la complicidad entre Calderón, el ingenuo, y Camacho, ya que éste “mareó” al inquilino de Los Pinos durante las dos o tres reuniones secretas que tuvieron para convencerlo de autorizar a su empleado, entonces dirigente nacional del Partido Acción Nacional (PAN), Cesarín Nava (el otro del matrimonio con una “estrella”, al igual que Peña Nieto con la Gaviota), sellar alianzas y coaliciones –especie de nudos camachistas para vencer al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que durante 54 años consecutivos gobernó casi en todos los estados, más de 3 mil municipios y, sobre todo, el país.
Camacho odia al PRI, al que ingresó en 1965 y donde permaneció enchufado al presupuesto federal hasta 1995, cuando Salinas lo descartó para la sucesión –primero por Colosio (al que, sin la menor duda, el salinismo mandó matar) y después por Zedillo, quien es enemigo a muerte de Camacho–. Esto provocó que desertara del PRI. Fundó, a su salida del priismo, un partido efímero, el del Centro Democrático en 1999, y perdió el registro en 2000, ya que no es un político con carisma. Finalmente, logró “marear” a López Obrador, a quien asesoró hasta que éste nombró a su heredero, Luis Marcelo Ebrard Casaubón, logrando con esto su cometido: rehacer su paternalismo con Ebrard y ser su sucesor-mánager estrella (junto con Marcela Gómez, amiguísima de Ebrard y quien ejerce un despotismo matriarcal en el gobierno defeño).
Calderón, hábil trepador panista, se deshizo de Carlos Castillo (quien después falleció con un halo de misterio cuando vacacionaba por Alemania), y mediante un golpe desde dentro al PAN, con ayuda del entonces desgobernador de Jalisco, Ramírez Acuña, se agandalló la candidatura presidencial. Ya con “los dados cargados a su favor” y la complicidad de Luis Carlos Ugalde en el Instituto Federal Electoral (IFE), del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Suprema Corte, Fox lo impuso como sucesor y, sin empacho, confesó haber ganado su propia elección en 2000 y la de Calderón en 2006. Ahora, éste piensa en irse y “dejar la víbora chillando” por la pavorosa, sangrienta y terrorífica inseguridad; y con el avispero del narcotráfico violentado de tal manera que las fuerzas militares y policiacas están a la defensiva, mientras el territorio está sembrado de cadáveres, hogares enlutados y al borde de que la rebelión de las delincuencias entre de lleno a la capital del país.
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Camacho odia al PRI, al que ingresó en 1965 y donde permaneció enchufado al presupuesto federal hasta 1995, cuando Salinas lo descartó para la sucesión –primero por Colosio (al que, sin la menor duda, el salinismo mandó matar) y después por Zedillo, quien es enemigo a muerte de Camacho–. Esto provocó que desertara del PRI. Fundó, a su salida del priismo, un partido efímero, el del Centro Democrático en 1999, y perdió el registro en 2000, ya que no es un político con carisma. Finalmente, logró “marear” a López Obrador, a quien asesoró hasta que éste nombró a su heredero, Luis Marcelo Ebrard Casaubón, logrando con esto su cometido: rehacer su paternalismo con Ebrard y ser su sucesor-mánager estrella (junto con Marcela Gómez, amiguísima de Ebrard y quien ejerce un despotismo matriarcal en el gobierno defeño).
Calderón, hábil trepador panista, se deshizo de Carlos Castillo (quien después falleció con un halo de misterio cuando vacacionaba por Alemania), y mediante un golpe desde dentro al PAN, con ayuda del entonces desgobernador de Jalisco, Ramírez Acuña, se agandalló la candidatura presidencial. Ya con “los dados cargados a su favor” y la complicidad de Luis Carlos Ugalde en el Instituto Federal Electoral (IFE), del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Suprema Corte, Fox lo impuso como sucesor y, sin empacho, confesó haber ganado su propia elección en 2000 y la de Calderón en 2006. Ahora, éste piensa en irse y “dejar la víbora chillando” por la pavorosa, sangrienta y terrorífica inseguridad; y con el avispero del narcotráfico violentado de tal manera que las fuerzas militares y policiacas están a la defensiva, mientras el territorio está sembrado de cadáveres, hogares enlutados y al borde de que la rebelión de las delincuencias entre de lleno a la capital del país.