México, D.F. (apro).- Las pugnas al interior del gabinete de seguridad nacional no acaban. El fiasco del “caso Hank” ahondó las diferencias entre las autoridades civiles y militares al mando de Felipe Calderón para el combate a la delincuencia organizada.
Responsable del operativo para la detención del dueño del grupo de apuestas Caliente y expresidente municipal de Tijuana, Jorge Hank Rhon, el Ejército tuvo que morder el polvo, luego de que el gobierno federal había tomado la decisión política de ir en contra del miembro más vulnerable de la famiglia fundada en el estado de México por Carlos Hank González.
El peor parado fue el general de brigada Gilberto Landeros Briseño, comandante de la Segunda Zona Militar con sede en Tijuana, quien la noche de la detención, el 4 de junio, se apersonó en la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) en esa ciudad fronteriza para presentar, junto con algunos de sus hombres que participaron en el operativo, los cargos contra Hank por posesión de armas de uso exclusivo del Ejército.
El ariete de las arremetidas político judiciales de Calderón, la procuradora General de la República, Marisela Morales, hizo pasar al Ejército, y en particular al general Landeros, ante la opinión pública como una fuerza por lo menos inexperta y negligente.
En una entrevista la noche del pasado jueves en Televisa, la funcionaria, nerviosa e insegura, dijo que los militares a cargo del operativo omitieron los videos sobre la detención para probar no sólo la existencia del arsenal atribuido a Hank, sino que durante el mismo no hubo abusos ni contra él ni contra sus escoltas.
Luego del revés judicial en el que la juez Noveno de Distrito en Baja California, Blanca Evelia Parra Meza, decretara la libertad de Hank y sus escoltas porque su detención ocurrió en circunstancias distintas a las que reportó el Ejército al ministerio público federal, Morales tuvo que decir que Calderón “no estaba enterado” del operativo, sino que supo el día de la detención.
Pero como suelen decir ellos mismos, “los militares no se mandan solos”. Un operativo con evidentes implicaciones políticas no podía salir del cuartel Morelos, en Tijuana, a cargo del general Landeros.
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Responsable del operativo para la detención del dueño del grupo de apuestas Caliente y expresidente municipal de Tijuana, Jorge Hank Rhon, el Ejército tuvo que morder el polvo, luego de que el gobierno federal había tomado la decisión política de ir en contra del miembro más vulnerable de la famiglia fundada en el estado de México por Carlos Hank González.
El peor parado fue el general de brigada Gilberto Landeros Briseño, comandante de la Segunda Zona Militar con sede en Tijuana, quien la noche de la detención, el 4 de junio, se apersonó en la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) en esa ciudad fronteriza para presentar, junto con algunos de sus hombres que participaron en el operativo, los cargos contra Hank por posesión de armas de uso exclusivo del Ejército.
El ariete de las arremetidas político judiciales de Calderón, la procuradora General de la República, Marisela Morales, hizo pasar al Ejército, y en particular al general Landeros, ante la opinión pública como una fuerza por lo menos inexperta y negligente.
En una entrevista la noche del pasado jueves en Televisa, la funcionaria, nerviosa e insegura, dijo que los militares a cargo del operativo omitieron los videos sobre la detención para probar no sólo la existencia del arsenal atribuido a Hank, sino que durante el mismo no hubo abusos ni contra él ni contra sus escoltas.
Luego del revés judicial en el que la juez Noveno de Distrito en Baja California, Blanca Evelia Parra Meza, decretara la libertad de Hank y sus escoltas porque su detención ocurrió en circunstancias distintas a las que reportó el Ejército al ministerio público federal, Morales tuvo que decir que Calderón “no estaba enterado” del operativo, sino que supo el día de la detención.
Pero como suelen decir ellos mismos, “los militares no se mandan solos”. Un operativo con evidentes implicaciones políticas no podía salir del cuartel Morelos, en Tijuana, a cargo del general Landeros.