Matehuala, San Luis Potosí
Viernes 26 de agosto de 2011
* Expresa su más sincero pésame por las muertes de inocentes le día de ayer en Monterrey
Vuelvo a expresar mi más sincero pésame por las muertes de inocentes el día de ayer en Monterey, Nuevo León. Es una tragedia muy dolorosa para los familiares de las víctimas y para todos los mexicanos. Nos conmueve y entristece a muchos. Es nuestra amarga realidad.
En cuanto a la respuesta del gobierno, más allá de nuestras diferencias, me preocupa que Felipe Calderón esté obcecado e insista en mantener, sin ningún cambio, la estrategia de seguridad que a todas luces ha resultado fallida y provoca, cada vez más, pérdidas de vidas humanas y sufrimiento.
Felipe Calderón no sólo se niega a entender que es necesario crear una atmósfera de progreso y bienestar, con oportunidades para todos, que incorpore a los jóvenes al trabajo y al estudio, ni siquiera está dispuesto a tomar decisiones de fondo en el terreno estrictamente policiaco, que ha sido el distintivo de su mal gobierno.
¿Qué no ameritaba ante la tragedia de Monterrey cambiar a todo el gabinete de seguridad del gobierno federal?
¿Qué no sería más eficaz que Calderón se reuniera diariamente con los nuevos secretarios de la Defensa, Marina, Gobernación, Seguridad Pública Federal y con el procurador general de la República para recibir la información de toda la República, evaluar, tomar decisiones y coordinar permanentemente las acciones en esta materia?
Ya sé que a Felipe Calderón, como a otros que piensan igual, le resulta difícil aceptar que la tranquilidad y la paz social son fruto de la justicia y que la forma más eficaz y más humana de enfrentar el flagelo de la violencia pasa por combatir la pobreza y fortalecer valores, como el del amor al prójimo.
Pero algo puede hacer, si cuando menos reacciona, toma decisiones, pone orden y asume realmente el mando de las fuerzas de seguridad y de procuración de justicia.
Todavía es tiempo para rectificar. Nunca es tarde y menos cuando está de por medio el derecho a la vida y a ser felices sin miedos ni temores.