Debo admitir que en este punto me sorprendieron varias de las informaciones publicadas en la prensa nacional, toda vez que, so pretexto de rechazar la pasarela
como un acto de sumisión, en ocasiones se redujeron los asuntos de la agenda al gran tema de la violencia criminal o a una visión trivial, indecorosa, de la ayuda
, donde México aparece como un eterno e insatisfecho pedigüeño que malgasta todo lo que tiene. Creo, por el contrario, que la visita del vicepresidente Biden es la señal de que también para la Casa Blanca el ciclo electoral mexicano ha comenzado y, por tanto, la cuenta regresiva del actual presidente Calderón, cuyo peso –y los amarres de poder de este sexenio– declinará de aquí en adelante. Por eso fue importante que López Obrador obtuviera del vicepresidente Biden la promesa de que Estados Unidos no intervendría en la sucesión presidencial en curso.
Estamos preparados para convencer y persuadir a las autoridades de Estados Unidos de que, por el bien de las dos naciones, es más eficaz y más humano aplicar una política de cooperación para el desarrollo que insistir, como sucede actualmente, en dar prioridad a la cooperación policiaca y militar. No obstante, algunos observadores de la política nacional, ensimismados en las encuestas, desdeñaron dichos planteamientos, sin reconocer la racionalidad que los anima, y prefirieron atacar al candidato de la izquierda conforme a los viejos prejuicios de la campaña pasada. Pero no hay en la carta viso alguno de radicalismo. Por el contrario, el planteamiento lopezobradorista es muy cuidadoso para no sembrar falsas expectativas con tintes ideológicos. La oferta de López Obrador no consiste en derribar el modelo capitalista ni se propone tampoco impulsar una reforma de gran calado para sustituir algunas de sus piezas angulares en busca de una alternativa
antisistema. Su propuesta incluye, sin duda, nuevas estrategias y un replanteamiento general de los fines del Estado en los términos fijados por la Constitución, pero, como lo dice con toda claridad en la carta a Biden, no pretende debilitar la disciplina de las finanzas públicas ni se propone suprimir la autonomía del Banco de México. Por el contrario, reconoce que
se mantendrán los equilibrios macroeconómicos y el crecimiento se alcanzará sin inflación ni endeudamiento. Tampoco habrá aumentos de impuestos en términos reales ni nuevos impuestos
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