El acuerdo para la explotación de pozos transfronterizos de hidrocarburos firmado entre México y Estados Unidos pone en juego el 50 por ciento de las reservas del país, según los propios cálculos de Pemex. El documento “marca la culminación de la desnacionalización de la industria petrolera mexicana”, considera experto. Con su próxima entrada en vigor, el país vecino tendrá permiso para explotar los yacimientos Delta Río Bravo, Franja de Sal Alócotona, Cinturón Plegado Perdido y Planicie Abisal. El potencial de la zona ya fue mapeado por la paraestatal, con un costo para el erario mexicano de 50 mil millones de pesos
Nancy Flores/Mariela Paredes
 
En las aguas profundas del Golfo de México se localizaría el 50 por ciento del oro negro  del país. Se trata de los recursos prospectivos que Petróleos Mexicanos  (Pemex) ha calculado en la zona, de acuerdo con su boletín informativo  19/2012, y que ahora se podrían compartir con Estados Unidos a través de  los llamados pozos transfronterizos.
 Y es que tras cuatro años de intensas presiones políticas del  Departamento de Estado estadunidense y al margen del Congreso de la  Unión mexicano, los gobiernos de Barack Obama y de Felipe Calderón  firmaron el Acuerdo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados  Unidos de América Relativo a los Yacimientos Transfronterizos de  Hidrocarburos en el Golfo de México.
 Para Sergio Suárez, investigador en el Instituto de Investigaciones  Económicas (Iiec) de la Universidad Nacional Autónoma de México, “el  denominado tratado Clinton-Espinosa marca la culminación de la  desnacionalización de la industria petrolera mexicana. [Con éste] se  pierde soberanía, seguridad e independencia petrolera, en función de  restituir reservas, incrementar la producción de crudo y mantener la de  gas, al abrir indebidamente paso a las trasnacionales en una actividad  exclusiva de Pemex”.
 Entre otras cosas, el Acuerdo establece en su artículo 7 que si se  localiza un yacimiento transfronterizo sin que haya sido aprobado un  acuerdo de unificación por las partes, cada país “deberá adoptar medidas  para facilitar la explotación del yacimiento transfronterizo como una  unidad transfronteriza…”.
 En el llamado Golfo de México Profundo, la paraestatal reconoce que  ya identificó recursos contingentes por 283 millones de barriles de  petróleo crudo equivalente e incorporó “reservas a nivel 3P (probadas,  con un nivel de 10 por ciento de certidumbre) por 822 millones de  barriles”.
 De 2000 a 2011, la subsidiaria Pemex Exploración y Producción  destinó unos 50 mil millones de pesos a la exploración, perforación de  pozos y adquisición de información sísmica en la zona petrolera  denominada Golfo de México Profundo, refiere el boletín 19/2012. En esta  se calcula recursos prospectivos por 29 mil 500 millones de barriles.
 
Con la entrada en vigor del Acuerdo, signado el 20 de febrero  pasado, todos los mapas exploratorios serían entregados a su  contraparte: los artículos 4 y 5 estipulan que si cualquiera de los dos  países tiene conocimiento de la posible existencia de un yacimiento  transfronterizo o de una manifestación de hidrocarburos cerca de la  línea de delimitación, la parte deberá de notificarlo por escrito a su  homóloga en un lapso de hasta dos meses después del hallazgo. A partir  de esta notificación y en el mes siguiente deberán de proporcionar la  totalidad de la información geológica relevante, así como entregar toda  la información disponible que posean.
 México cuenta con mapas elaborados durante los dos sexenios  panistas respecto de las reservas prospectivas en las cuatro regiones  que limitan con Estados Unidos: Delta Río Bravo, Franja de Sal  Alócotona, Cinturón Plegado Perdido y Planicie Abisal. Entre otras  cosas, las cláusulas de confidencialidad que se establecen en el Acuerdo  podrían ocultar el uso que darán los funcionarios del gobierno federal a  esta información.
 Fabio Barbosa Cano, investigador en el Iiec, considera “inaceptable  el elevado número de cuestiones y la facilidad que el tratado establece  para declarar como información confidencial la información geológica.  Se trata de asuntos que en un país como México, donde la industria es de  la nación, no pueden ser secretos; situación distinta a Estados Unidos,  donde los campos petroleros son propiedad de los inversionistas  privados”.
 El artículo 2 del Acuerdo establece que es “confidencial cualquier  información o datos, incluyendo información geológica de cualquier tipo,  clase o naturaleza, ya sea escrita u oral, revelada por una de las  partes a la otra, que no está públicamente disponible y cuya información  o datos han sido identificados por la parte transmisora como  confidencial”.
 Sergio Suárez –doctor en investigación económica por la Universidad  Complutense de Madrid, España– señala que ya se identificaron y mapearon siete provincias petroleras.
 De éstas destaca “Cinturón Plegado Perdido. Si bien no han  comprobado la existencia de yacimientos, la ubican como el área de mayor  prospectiva para Pemex, por estimar que es la continuación de  descubrimientos de crudo ligero del lado estadunidense. Las demás  provincias serán explotadas por empresas trasnacionales vía contratos  incentivados, al contar con la seguridad jurídica y un acuerdo  internacional respectivo para trabajar en zonas marítimas mexicanas del  Golfo de México.
 “En consecuencia, culmina así el objetivo central de la reforma  petrolera de 2008: dar cierre al proceso de desnacionalización de la  industria petrolera mexicana.”
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