José Antonio Crespo nos ha brindado un conjunto de elementos objetivos que reviven la certidumbre del fraude electoral de la elección presidencial de 2006. Muy recientemente publicó en la editorial Debate un libro de 236 páginas titulado 2006: hablan las actas. Las debilidades de la autoridad electoral mexicana. Él aclara que las irregularidades que analizó en las actas no le dan automáticamente el triunfo a López Obrador, pero que tampoco se lo dan a Calderón. La única forma en que esas grandes dudas podían haber sido despejadas hubiera sido contar todos los votos como se ha demandado no sólo por la coalición Por el Bien de Todos (PRD-PT y Convergencia), sino por entidades y personas no involucradas directamente con ningún partido.
Calderón no quiso que se contaran todos los votos, el IFE tampoco y, por si no hubiera sido suficiente, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) también se negó a ese recuento. Y no sólo a tomar en cuenta todos los votos, sino que también se negó a revisar todas las actas que denotaban inconsistencias, así como el contenido de los paquetes electorales correspondientes a esas mismas actas. La tarea que realizó Crespo fue, muy probablemente, ardua y aburrida, pero la llevó a cabo sabiendo que su hipótesis principal sería comprobada, es decir, que encontraría tal cantidad de errores e inconsistencias aritméticas que rebasarían por mucho la diferencia de votos supuestamente habida entre Calderón Hinojosa y López Obrador.
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