Por Alvaro Cepeda Neri
El mito de la transparencia para negar información
La palabra -concepto: mito, tiene su origen en mitología que es la “historia de los personajes divinos del politeísmo” (varios autores: Diccionario de la civilización griega; ediciones Destino). Y mito es una cosa inventada –nos ilustra doña María Moliner, en su magnífico diccionario–, que intenta hacerse pasar por verdad, o cosa que no existe más que en la fantasía de alguien.
Y así, cuando la adición al Art. 6 constitucional, de que “el derecho a la información será garantizado por el Estado”, a pesar de los pesares (pues la “gata no era arisca”) se abrió una ventana de esperanza para que nosotros los simples ciudadanos, al fin, pudiéramos asomarnos a los archivos de los actos y omisiones de nuestros gobernantes.
Durante los últimos 30 años (y los dos que lleva el actual sexenio) se promulgaron las leyes reglamentarias de ese artículo, en lo que hace a su jurisdicción federal. Y en las entidades, poco a poco, pero muy poco a poco, casi a la fuerza, también se adicionaron sus constituciones y, consecuentemente, se han ido expidiendo las famosas Leyes de Transparencia y Acceso a la Información, casi todas copiadas a imagen y semejanza de la federal.
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