miércoles, 22 de octubre de 2008

Éxodo de poderosos




Laura Itzel Castillo

En concreto

Como ya lo había señalado en un artículo anterior en estas mismas páginas, en 2006 un chiste circulaba entre jóvenes de clase acomodada. Decían que votarían por López Obrador porque sus papás les habían anticipado que si él ganaba, se irían a vivir a Estados Unidos. Desafortunadamente eso es lo que está pasando hoy en día con Felipe Calderón. Y eso ya no es un chiste.

El caso más sonado es el de Alejandro Junco de la Vega, dueño del periódico Reforma. Hace pocas semanas, Reporte Índigo dio a conocer la carta completa que el empresario dirigió al gobernador de Nuevo León, en la que le informa a su amigo que, en efecto, ha cambiado su residencia a Texas. Entre otras cosas la carta dice: “Yo aprendí de mi abuela, lo que era perder la fe. Ella vio su pueblo natal, Ciudad Guerrero, ser inundado por un enorme cuerpo de agua para el cual el gobierno había construido una gran presa, la Falcón.

“Me platicó cómo la parte más dolorosa de esa experiencia no había sido ver la inundación de su casa o de su iglesia, o su relocalización a Río Bravo.

“Lo más doloroso había sido vivir la agonía de su pueblo natal durante los años previos a la construcción de la presa. Cuando la noticia primero cundió, toda mejora, toda reparación, se dejó de hacer. ¿Para qué pintar una casa que iba a estar cubierta con agua? ¿Para qué reparar un edificio, cuando toda la villa iba a ser destruida? ¿Para qué preocuparse de los baches o la basura o arreglar el jardín o la puerta que rechina? Semana tras semana, mes tras mes, con la pérdida de fe, el pueblo se convirtió en una profecía que se autocumple: algo inhabitable”.

El empresario se asume como un “refugiado” en EU y acepta que perdió la fe. Por cierto que los periódicos de su propiedad nada han dicho de la carta. ¿Esa es la integridad editorial a la que se refiere?

Los potentados como Junco sí pueden huir del país. Pero millones de mexicanos que se han ido al “otro lado” en los últimos años, en busca de los empleos que la derecha es incapaz de crear, tendrán que regresar a sus lugares de origen ante la crisis. Se estima que más de 300 mil personas regresarán a México a causa de la recesión en Estados Unidos.

A esos compatriotas habrá que decirles que en todo el país hay mexicanos dispuestos a reconstruir la patria que nos legaron nuestros héroes. Porque juntos tenemos que edificar una nueva República. Al discurso de odio de la derecha hay que anteponer el de la esperanza y el del entusiasmo de la izquierda, sin que ello implique renunciar a la crítica o a la denuncia.

Aunque existen muchos escépticos y pesimistas, la mayoría de quienes nos inscribimos en la izquierda somos optimistas. Es cierto: denunciamos con rigor el presente, pero creemos firmemente en el futuro.

Se van los potentados, pero nosotros nos quedamos a luchar por México.
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