Martí Batres Guadarrama
Objeciones de la Memoria
Hace unos días falleció el profesor Othón Salazar. Su lucha y liderazgo, el movimiento que organizó y la referencia en torno a su persona impactaron directamente a quien esto escribe y al devenir de mi familia.
Mi padre, Cuauhtémoc Batres, y mi madre, Rosario Guadarrama, maestros en 1956, se hicieron novios en el movimiento que encabezó Othón Salazar. Con 22 y 20 años, respectivamente, fueron seducidos por el carisma. Acudieron a sus asambleas en la SEP, a las grandes movilizaciones. Compartieron la primera victoria democrática en la sección 9 del SNTE. Vivieron y sufrieron la represión en contra de los maestros, los despidos, los encarcelamientos. Con él iniciaron una lucha política en el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), después en el Partido Comunista Mexicano y en otras organizaciones políticas. Por eso, el gran afecto a su recuerdo.
Lo conocí en casa de mis padres. Yo tenía seis años. No se explicaría mi desempeño en la política si no fuera por su brillante oratoria. Fue un dirigente sindical auténtico en la época del corporativismo y la represión política más feroz de nuestra historia reciente.
Atraía por su personalidad casi apostólica. Hombre de largas jornadas, de despertarse temprano y acostarse tarde. De hablar sencillo y cariñoso. “Manito”, decía a cada compañero, amigo, campesino con el que hablaba. Muy informado, culto, estudioso y actualizado permanentemente. Independiente. Jamás fue cooptado por el Estado. Prefirió perder su plaza de maestro antes que aparecer como traidor ante la gente.
Construyó el MRM a finales de los 50 junto con Iván García Solís, Rodolfo Torrijos, Jesús Ríos y muchos otros que dedicaron su vida a la lucha independiente. Su liderazgo no fue como el de esos líderes negociadores de privilegios. No acumuló cargos, ni amasó fortuna.
Al cumplir 80 años, el 17 de mayo de 2004, el GDF le rindió un homenaje. Él no habló de su vida, ni hizo memorias. Bosquejó un plan de lucha revolucionaria para Guerrero, de los problemas del país y los del magisterio. Es decir, a sus 80 años seguía en la lucha. Murió pobre y humilde como Valentín Campa y Demetrio Vallejo. Pero su ejemplo confirmó que para ser seguido, querido, respetado, admirado, un verdadero líder nunca aspirar a amasar fortunas ni se aleja de la gente. Descanse en paz nuestro querido maestro, Othón Salazar.
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