Manuel Camacho Solís
El gobierno quiso hacer política con la guerra. Se equivocó al sobreexponer al Ejército y al propio jefe del Ejecutivo. Ahora, necesita cambiar la estrategia: sin descuidar los flancos abiertos, debería revisar sus objetivos, mejorar su coordinación operativa y reconstruir el pilar de la autoridad política. Un conflicto irregular, interno, prolongado y que recurre a una táctica semejante a la de guerra de guerrillas, no se puede ganar en el terreno puramente militar.
La falta de experiencia en asuntos de seguridad, el engolosinamiento con los altos niveles de aprobación y la tensión y el vacío de legitimidad que dejó la contienda de 2006, llevaron a Felipe Calderón a un diagnóstico inadecuado sobre la gravedad del problema, a declaraciones retadoras que no hicieron sino incentivar la reacción de las organizaciones criminales, a fijar objetivos imposibles de cumplir y a descuidar la conducción de la tarea pues a la fecha —en un momento de verdadera crisis de seguridad— aún no están resueltos problemas cruciales como el de la coordinación entre las agencias federales y con la mayor parte de los gobernadores.
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