Desfiladero
Jaime Avilés
Después de lanzarle la jauría mediática a Carlos Slim, el hombre, a veces, más rico del mundo, y de recibir la cristiana bendición del panadero Lorenzo Servitje, para quien su gobierno de hecho, no de derecho, ya terminó, Felipe Calderón acaba la semana rodeado por la desconfianza que inspira: luego de escuchar su arenga del jueves en Nuevo León, acerca de que no modificará en absoluto su guerra contra el narcotráfico, los más ricos entre los ricos volvieron a atacar las reservas federales, de tal modo que el dólar cerró en 14.95.
Al mismo tiempo, hubo una fuerte caída (1.9 por ciento) en la Bolsa Mexicana de Valores, y el gobierno de Estados Unidos emitió una nueva alerta para que los ciudadanos de aquel país eviten cruzar la frontera, debido a la inseguridad que impera en la franja entre Tijuana y Matamoros.
Quien durante la campaña electoral de 2006 afirmó que Andrés Manuel López Obrador era un espantachambas, se ha vuelto un espantadólares, bien porque la nula confianza que genera en los inversionistas provoca el derrumbe del peso y de la bolsa, bien porque su derrota ante el narcotráfico ahuyenta a los turistas estadunidenses.
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