A fines de agosto de 1990, tuvo lugar El siglo XX, la experiencia de la libertad, encuentro dedicado a cantar las glorias de la lucha anticomunista. Auspiciado por Televisa y el gobierno, contó con la presencia de intelectuales de derecha bajo la dirección de Octavio Paz. En él se produjo breve y enjundioso debate sobre las dictaduras latinoamericanas, provocado por una intervención de Mario Vargas Llosa en la que brilló una frase: “México es la dictadura perfecta”.
El escritor peruano se equivocó, no en el camouflage que atribuyó al régimen político mexicano ni a los sobornos que aplica al medio intelectual, menos en su afirmación de que las dictaduras han tratado de crear “algo equivalente al PRI”, pues aquí mismo tal imitación la hace el PAN, sino al exagerar la perfección de esa dictadura, pues las acciones de la democracia mostraron, ya a mediados de los 90, sus carencias y la profunda contradicción de su régimen político con las aspiraciones del pueblo mexicano y, sobre todo, en la perdurabilidad del dominio priísta. Mas acertó en que a México no se le puede exonerar de la tradición antidemocrática de las dictaduras: sus características se reproducen aquí aunque “con un matiz que es más bien su agravante”, que ha sido común casi a todo el periodo posrevolucionario, incluidos los nueve años del PAN.
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