Años después de haber dejado el poder, José López Portillo declaró a Proceso que él había sido el último presidente de la Revolución. En efecto, lo fue.
El sistema político mexicano se sustentó durante muchos años en lo que Porfirio Muñoz Ledo definió como un “autoritarismo consensual”, Octavio Paz lo entendió como “el ogro filantrópico” y Mario Vargas Llosa simplemente lo calificó como “la dictadura perfecta”.
Pero sea cual fuere la definición, funcionaba. Hasta que dejó de hacerlo. En la década de los 60 se hablaba del desarrollo estabilizador. Existía crecimiento económico, pero no libertades ciudadanas. Aunque ya se habían registrado grandes convulsiones sociales por la huelga ferrocarrilera, el movimiento magisterial y el de los médicos, el punto de quiebre fue la matanza estudiantil de 1968. Fue tan brutal Gustavo Díaz Ordaz que en el siguiente sexenio Fernando Benítez llegó a decir: “Echeverría o el fascismo”.
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El sistema político mexicano se sustentó durante muchos años en lo que Porfirio Muñoz Ledo definió como un “autoritarismo consensual”, Octavio Paz lo entendió como “el ogro filantrópico” y Mario Vargas Llosa simplemente lo calificó como “la dictadura perfecta”.
Pero sea cual fuere la definición, funcionaba. Hasta que dejó de hacerlo. En la década de los 60 se hablaba del desarrollo estabilizador. Existía crecimiento económico, pero no libertades ciudadanas. Aunque ya se habían registrado grandes convulsiones sociales por la huelga ferrocarrilera, el movimiento magisterial y el de los médicos, el punto de quiebre fue la matanza estudiantil de 1968. Fue tan brutal Gustavo Díaz Ordaz que en el siguiente sexenio Fernando Benítez llegó a decir: “Echeverría o el fascismo”.