Manú DORNBIERER
Cuando Hillary Clinton trataba de combatir a Barack Obama y de ser ella candidata a la Presidencia de USA, las feministas latinoamericanas estaban encantadas y la apoyaban: Ya es hora, decían, que una mujer ocupe el máximo poder del planeta. Sin embargo muchas gringas contuvieron esa actitud a veces ciegamente genérica. Recuerdo haber preguntado a amigas informadas su opinión y hubo muchas que estaban contra ella y su marido, Bill Clinton, no obstante el buen estado en que dejó la economía. No se vota por feminismo o por machismo, decían. Se referían a la abogada Hillary Clinton en términos duros y preocupados. La conocemos, agregaban. Por mi parte, recordé que como senadora de NY le ofrendó a Bush su voto por la guerra de Irak.Por eso no es de extrañarse que del Departamento de Estado que ella maneja ahora salgan chispas y centellas contra el “provocador” presidente de Honduras, Mel Zelaya, que osó cruzar la frontera y entrar en el país que lo eligió para gobernarlo hasta el mes de enero próximo. El presidente que esta semana visitó México y dejó huella, explicó que Honduras no depende de Caracas sino de Washington en un 70% de su existencia y que si Estados Unidos quisiera, el golpe de Estado no hubiera durado. ¿O quizás no se hubiera dado?CORTES Y EJERCITOS DESPRESTIGIADOS.— No se rinde el presidente Zelaya, depuesto, sacado de su cama una madrugada, y expulsado de su país por los clásicos gorilas latinoamericanos al servicio de la oligarquía local y del Empire. Si eso no es un cínico y primitivo golpe de Estado ¿entonces qué es?
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