martes, 6 de octubre de 2009

Dos semanas con la lente puesta en Zelaya

Todo comenzó con la noticia del regreso de Zelaya. Le di un beso a mi esposa y a mi hijo y salí con tanta prisa que olvidé ponerme los calcetines. "Adiós, nos vemos pronto", les dije. No tenía ni idea de lo que me esperaba.

Tegucigalpa.- Durante dos semanas, he dormido con un dedo en el disparador de mi cámara, a pocos metros de donde Manuel Zelaya, el derrocado presidente de Honduras, se refugió con la esperanza de retornar al poder.

Como fotógrafo de Reuters en Honduras fui uno de los pocos periodistas que logró colarse en la embajada de Brasil en Tegucigalpa cuando Zelaya regresó y se refugió allí, casi tres meses después de que militares lo expulsaron del país.

Dos semanas después de su regreso, Zelaya sigue en la embajada, rodeado de policías y soldados hostiles. Junto a él, yo tengo el privilegio de enviar al mundo imágenes de la historia, mientras lidio con la escasez de alimentos, la falta de sueño y fuertes emociones.

Cuando logré una imagen de Zelaya dormido, con su clásico sombrero vaquero blanco cubriéndole la cara, fue un triunfo, y la foto ha sido usada ampliamente en todo el mundo.

Pero estoy cansado de dormir en el suelo y de la poca comida, así como de tener los nervios alterados por la intimidación de los soldados afuera y por la incertidumbre de cuándo terminará esto.
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