jueves, 26 de noviembre de 2009

FELIPE CALDERÓN ¿PATO COJO?


FELIPE CALDERÓN
¿PATO COJO?



La segunda mitad del calderonismo, que está a unos días de arrancar, carga ya con un estigma: el desvanecimiento del mandatario, que vive acorralado por los reyes del PRI y por un modelo de gestión que se deja llevar por las emociones y las encuestas. Por eso, su futuro parece estar atado a la parálisis


Primero de diciembre de 2009: Felipe Calderón, con la armadura de Presidente de la República, tomará aire, levantará la mirada y gritará que los días de gloria para México están cerca. Rodeado por los reflectores, que iluminarán el inicio de su segundo periodo de gobierno, el titular del Poder Ejecutivo exhortará a todos los mexicanos a treparse en el tren que los transportará a la tierra prometida. Sin embargo, su mensaje sólo alborotará un sentimiento que parece convertirse en costumbre nacional: la pesadumbre.

A unas horas de que expire el tercer año de gobierno de Felipe Calderón, el recuento alimenta el trago amargo pues el legado de más de mil días de gestión se caracteriza por el retroceso que ha registrado la transición democrática, por el creciente desprestigio que carga la comunidad política, por las fallas estructurales que no permiten retomar el sendero de la recuperación económica, por un puñado de líderes que sólo ven su bienestar y por una estela de discursos con promesas que se las lleva el viento.

Bajo este diagnóstico, y más allá del rayo de esperanza que todavía cae sobre la residencia oficial de Los Pinos, ¿estamos acaso frente al fin del sexenio? Los analistas apuntan a que este fenómeno es un hecho prácticamente consumado:

“La Presidencia ya opera con capacidades mermadas y condicionadas. Felipe Calderón, todo el tiempo, está respondiendo a situaciones excepcionales. De hecho, es el Presidente de las excepciones”, dice Pedro Salazar, catedrático del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

“Las fallas estructurales del sistema político –que impiden la construcción de gobiernos con mayorías en el Poder Legislativo– fomentan una Presidencia debilitada. En ese sentido, están dadas las condiciones para lo que en EU se conoce como lame duck (pato cojo), que en México podría traducirse como un Ejecutivo irrelevante”, complementa el analista político Leo Zuckermann.

“Lo que ha caracterizado a este gobierno son tres elementos que convergen: una mala elección, un mal perdedor y un gobierno políticamente ineficaz. Entonces, lo que vemos es un mandatario que no ha ejercido el poder y más bien se ha dedicado a otorgar concesiones”, remata Federico Berrueto, director general de Gabinete de Comunicación Estratégica.

Así, después de 36 meses de la asunción del segundo presidente con raíces panistas de
México, corre como pólvora la tesis de que el margen de maniobra de Felipe Calderón, para lo que resta de su sexenio, es microscópico y tiene sólo dos rutas de evacuación: hacer uso de sus facultades como Presidente para recurrir al veto en caso de un diferendo con el Congreso e impulsar las grandes transformaciones sin tanta estridencia y de manera ejecutiva o, todo lo contrario, sobrevivir bajo el yugo de la oposición (léase el PRI) que ya cuenta los días para recuperar la silla que perdió el 2 de julio del año 2000.

EL INICIO DEL MAL

En estos momentos, más allá de las cuatro paredes que cubren la residencia oficial de Los Pinos, una pregunta atrapa a colaboradores y estudiosos de los fenómenos políticos: ¿Qué está pasando con el Presidente?

De acuerdo con los testimonios recabados, Felipe Calderón está pasando por días difíciles que podrían explicarse así: él sabe que la adversidad lo está sobrepasando y que el país requiere grandes ajustes, pero se siente solo y, ante la dificultad que tiene para contar con un equipo sólido y confiable, está decidido a no enfrentarse al PRI pues considera que de esa forma podrá amarrar pequeñas conquistas y, eventualmente, mantener las preferencias ciudadanas hacia un aspirante presidencial que porte traje blanco y azul.

Por otro lado, un análisis más acabado establece que la crisis calderonista responde, fundamentalmente, a una falla estructural del sistema político mexicano que se ha recrudecido en los últimos años con la frontal competencia partidista, situación que ha pulverizado el poder en varias manos, lo que quiere decir que el Presidente, llámese como se llame, ya no es el mesías que mueve montañas y truena los dedos para dirigir la nación a su antojo.

Bajo ambas tesis, proporcionadas por militantes panistas en activo y analistas políticos, la actual administración registra claroscuros pues ha logrado ejecutar acciones que nadie se había atrevido a realizar (como empujar la Ley del ISSSTE, la Reforma de Pemex y la extinción de Luz y Fuerza del Centro), pero que sigue atrapada por varios demonios que no le permiten trascender (la obsesión que en su momento tuvo hacia AMLO, el club de amigos que lo rodea, el pacto con un círculo del PRI, entre muchos otros).

“Calderón inició su Presidencia en una posición de mucha debilidad, que se ha mantenido a lo largo de los años. El encono persiste y todavía hay una izquierda muy vocal que se le sigue enfrentando. Con ello, en realidad, el Presidente no puede hacer muchas cosas”, considera Leo Zuckermann.

Federico Berrueto no deja títere con cabeza: “Yo no sé si han sido las obsesiones o la operación política, pero es un hecho que Felipe Calderón ha preferido administrar la coyuntura a través de vender su alma al diablo (PRI), en lugar de ejercer el poder con todas sus consecuencias”.

Por su parte, los panistas consultados son más emotivos, ya que aseguran que otra razón que sembró la descomposición tiene que ver con un elemento que muchos observadores califican de irrelevante, pero que en esta historia sí gravita y mucho: el temperamento del mandatario.

Se dice que Felipe Calderón es de “mecha corta”, que se apasiona al calor del debate y que ello le ha provocado enemistarse con jefes históricos del PAN y cosechar resentimientos. Incluso, algunos militantes de su partido tienen presente el día en que un ex colaborador de Vicente Fox, que se movía en los terrenos del sector salud, decidió declinar a la invitación de Felipe Calderón para mantenerse en el cargo, precisamente, por el carácter explosivo del Señor Presidente.

Así, Calderón Hinojosa, al igual que sus antecesores, ha sufrido las circunstancias que Miguel Alemán Velasco cita en su libro Si el águila hablara que dice: “El presidente sufre un cambio de personalidad, que podemos calificar de síndrome, que cada doce meses se modifica (...) Todo en él cambia, el modo de ser, el modo de actuar, el modo de vivir, todo se transforma”.

Y, al parecer, la transformación del Presidente ya cobró sus primeras víctimas en una comunidad que permanentemente ha estado con él: los empresarios. Recientemente, en el marco de las negociaciones para la Ley de Ingresos 2010, el presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN), Claudio X. González, le habría solicitado al Presidente revisar la propuesta fiscal porque los empresarios no estaban de acuerdo con sus términos. La respuesta presidencial dejó helados a los asistentes a esta reunión pues, a pesar de la cercana relación que siempre se había dado entre los interlocutores, Felipe Calderón dejó a un lado el protocolo y, según los empresarios que asistieron al encuentro, dijo: “Si nos les gusta, entonces váyanse del país”.

Vino el quiebre y, entonces, los principales dirigentes de los organismos empresariales decidieron acudir al Congreso y protagonizar la defensa por sus intereses. Pero la mayoría de los líderes de cámaras y confederaciones empresariales admiten que el pleito con el Poder Ejecutivo no tuvo su génesis ni tampoco su ocaso en esa semana del 26 al 30 de octubre de 2009.

Empresarios consultados creen que la discusión con Calderón empezó en octubre de 2008, cuando los elogios al gobierno se convirtieron en reclamos porque las promesas de fomento al crecimiento económico y el impulso al empleo se transformaron en una crisis que acabó con las buenas cifras económicas. Después vendría lo más preocupante: un creciente déficit en la capacidad de ejecución del gobierno que se convirtió en el ancla que, hasta ahora, no ha permitido que la economía salga a flote. México, en medio de este encono, se transformó en la economía más golpeada por la crisis y con el mayor impacto en su población, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

ESCENARIOS POR VENIR

Una máxima que ha persistido a lo largo de los años y que permanece en la mente de cualquier presidente es: el 1 de diciembre todo acaba y todo comienza. Dicho lo anterior, el cuarto año de gobierno es descrito como el periodo en el que la consolidación de la figura presidencial es un hecho.

Miguel Alemán, en la obra Si el águila hablara, escribe más cosas: “Es el momento en el que el presidente sale por las noches disfrazado, para escuchar lo que el pueblo dice de él; pero también es el año en el que corta cabezas. En este cuarto año, nadie contradice al presidente”.

Con estas consideraciones en la mesa, Felipe Calderón no tiene que dar un paso, sino metafóricamente volar para cambiar radicalmente su suerte y, sobre todo, para que México recupere el terreno perdido. Y él, en los hechos, ya sabe por dónde empezar: el pasado 2 de septiembre, en Palacio Nacional, emitió uno de los discursos que en caso de prosperar podría permanecer en las marquesinas de la historia por el gran significado que transmitió y que, a grandes rasgos, exigía el fin de los privilegios, la pulverización de los monopolios públicos y privados, la equidad social. Vamos, el México del siglo XXI.

La declaratoria de extinción de la compañía Luz y Fuerza del Centro, coinciden los analistas, es un ejemplo que debería repetirse. Así, a pesar de la nube negra que cae sobre el gobierno federal, los expertos sostienen que el Presidente tiene pocas canicas, pero al fin tiene, para activar algunos cambios que vayan en esa misma dirección. Es decir, Calderón dispone de varios instrumentos para operar sin necesidad de arrodillarse ante el Congreso. En los hechos, se trataría de movimientos eminentemente ejecutivos que podrían, por ejemplo, proyectar una tercera cadena de televisión, combatir a los monopolios, evitar la opacidad en las actividades del gobierno, apuntalar la infraestructura…

De esta manera, una carta fuerte puede ser el Programa Nacional de Infraestructura, que hoy está en la parálisis y hacia la mitad del sexenio sólo presenta un avance de 36%, por lo que aún es tiempo de que apuntale la estrategia contracíclica que se lanzó a principios de este año para contrarrestar los estragos de la debacle financiera en EU y el resto del mundo.

Visto así, el margen de maniobra del Presidente podría ser muy jugoso. De inicio, y bajo la perspectiva de Pedro Salazar, investigador de la UNAM, el momento de impasse que vive México tendría que transitar hacia un sistema donde se preserve el estado constitucional de los derechos fundamentales, lo que impediría que los poderes fácticos pudieran capturar al Estado y se construyera un diseño institucional productivo.

Leo Zuckermann piensa distinto: “El Presidente tiene tres opciones: enfrentarse al PRI que maneja la Cámara de Diputados y utilizar de manera más activa el poder de veto que todavía tiene, someterse a lo que diga el PRI o tratar de negociar para rescatar algunos aspectos importantes de su agenda”.

Y Federico Berrueto pone la cereza en el pastel: “Calderón tiene muchas facultades, y quizá la más importante es la modernización del gobierno. Lo que me pregunto es por qué a estas alturas tendría que cambiar, si no lo hizo en sus primeros tres años”.

Sin embargo, las inercias siguen arrastrando a la nación. El PRI en el Senado proponía una reforma constitucional para obligar al Presidente a hacer partícipe al Congreso de su facultad para designar a los integrantes de su gabinete, así como a los funcionarios a cargo de áreas estratégicas como Pemex. Así, el Presidente sólo podría designar a los titulares de la Secretaría de la Defensa Nacional y de Marina, mientras que el resto de su equipo sería palomeado por el Senado, es decir, por Manlio Fabio Beltrones.

Como sea, los estudiosos de las deslizan tres recetas más:

1) El Presidente debe reconocer que sus colaboradores son necesarios, pero no indispensables, por lo que al ir avanzando el sexenio, poco a poco deben ser eliminados o borrados de Los Pinos. El amigo íntimo puede costar caro pues la mayoría de las veces es como el marido de la mujer infiel: siempre es el último en enterarse de lo que ocurre a sus espaldas.

2) El poder se debe practicar con calor y elegancia; casi siempre con absoluta frialdad y como todo ejercicio necesita práctica y destreza. Destreza para aprender a ejercerlo y mayor destreza aún para aprender a dejarlo a tiempo. El Presidente todavía tiene el viento a su favor para ello.

3) Diversos grupos de presión impiden muchas veces al Presidente la visión clara de lo que ocurre; pero él tiene que estar alerta, escuchando a la gente, llevando el timón hasta el último día de su mandato, porque no hay barcos con dos timones.

¿Hay la voluntad para seguir este camino? Todo parece indicar que el Presidente camina hacia convertirse en un pato cojo, pero hay palancas que él aún puede mover para evitarlo.


MANUEL ESPINO / Ex dirigente nacional del PAN

“El poder no está en la Presidencia”

El hombre que le levantara la mano a Felipe Calderón en 2006, cuando el PAN retuvo la Presidencia de la República, hoy está desconcertado. Una razón de mucho peso lo tiene con las cejas levantadas: los errores del actual gobierno que se ha dejado manipular por sus contrincantes. Espino habla fuerte y acusa: “Veo un Presidente que necesita ser más sensible a la opinión de la sociedad. Me parece que le hace falta tener mejores asesores”.

¿Quién manda en México?

Lo diría de la siguiente manera: quien está en la responsabilidad de gobierno es el presidente Calderón, quien ejerce el poder son los grupos del PRI. De manera preponderante Manlio Fabio Beltrones.

¿Estamos frente a un pato cojo?

No me gusta la frase, sobre todo porque el Presidente es una figura respetable, pero sin lugar a dudas el poder no está en la Presidencia. Tan es así que no en pocas ocasiones se ha tenido que ceder a las exigencias del PRI y sus iniciativas han sido acotadas.

¿Qué pasó con el Presidente?

Me parece que hubo falta de sensibilidad y certeza. Ganamos, sin lugar a dudas, la Presidencia, sin embargo le pesaron al Presidente aquellos cuestionamientos que acusaban un fraude. Por esa presión cedió terreno y quiso fortificarse con personajes a los que les dio cuotas. Fue como un reparto de poder a cambio de un apoyo político que no se ha traducido en vigor. Hoy veo a un Presidente ciertamente legítimo, pero mermado en su capacidad de operación. Por eso ahora (los panistas) tenemos que ser más inteligentes, más osados y mejores estrategas en lo que resta del sexenio.

Se dice que la circunstancia que hoy agobia al Presidente es producto, entre otras cosas, de su personalidad…

En política se requiere de un carácter fuerte, pero no hay que confundir carácter fuerte ni firmeza con rudeza. Me parece que últimamente, desde el poder gubernamenamental, se ha visto rudeza innecesaria y eso desafortunadamente, después de las actitudes que se le han conocido al propio Presidente, ayudan a generar percepciones en la sociedad de un Presidente que se enoja fácil y un estadista debe tardarse mucho tiempo en enojarse.

Cuéntenos una anécdota sobre los momentos en los que usted le decía al Presidente que era momento de asumir la responsabilidad de gobierno y dar el golpe de timón…

No, yo creo que son cosas que están en el ámbito de la relación personal. Lo que puedo decir es que en nuestras reuniones, en lugar de deliberar y analizar los temas de la coyuntura, nos poníamos a ver encuestas electorales y listas de aspirantes a candidatos. Entonces, me parece que desde el gobierno ha habido una gran ocupación en los temas del partido, cuando el gobierno debe dedicarse a gobernar y hacerlo bien y con visión de Estado. El partido, por su parte, que tome sus propias decisiones y no sea la institutriz del Presidente. Por ahí está el camino. Hay gran malestar en el panismo por las incidencias del gobierno.

Seguramente hay una inconformidad, pero se trata de una rebelión silenciosa…

No, hay una actitud perpleja en el país en torno de lo que le pasa al Presidente, pero no se le dice en tono grosero. En el PAN hay un gran cariño para Felipe Calderón, pero también hay un gran desconcierto.

¿Estamos peor que en 2006?

De ninguna manera. Eso sí, veo un Presidente que necesita ser más sensible a la opinión de la sociedad. Me parece que le hace falta tener mejores asesores. Seguramente los tiene y muy buenos, pero yo no conozco a uno solo, pero debe haber mejores que le ayuden a cambiar. También me parece que necesita una actitud de mayor disposición para escuchar a sus más cercanos colaboradores, con respeto y atención, así como asumir que alguien puede disentir.

¿Qué piensa del gabinete?

No tengo opinión, bueno, sí la tengo pero no quiero expresarla. Cuando yo dirigía al PAN le dije al Presidente que jamás le haría una insinuación sobre su equipo. Por eso, si alguno (de sus colaboradores) no está a la altura, debe ser el Presidente el que avalúe su desempeño.

¿Tiene el Presidente margen de maniobra para lo que resta de su sexenio?

No sé cómo le irá al Presidente. Lo que creo es que el PAN y el gobierno deben tomar caminos separados, pero coordinados. Necesitamos un partido vigoroso y con propuestas, cohesionado y sin la lógica de grupos.

¿En algún momento podría darse la posibilidad de que el PAN se desmarque del gobierno, en caso de que éste no rectifique el rumbo?

No, nunca, ese gobierno salió de las entrañas del PAN. Incluso, el PAN debe estar dispuesto a asumir los costos políticos por acciones o decisiones del gobierno, pero también frente al escenario probable de que al gobierno le fuera mal, tenemos que prever una estrategia para que eso no afecte al partido.

¿Es momento de que el Presidente dé el manotazo sobre la mesa para deshacerse de los grupos que lo tienen acorralado?

No, es bueno que el Presidente se apoye más en los ciudadanos y en su partido.

¿Es el fin del sexenio?

No, ésa es una opinión respetable pero que ejerce presión. El sexenio terminará el 1 de diciembre de 2012 y allí estará Felipe Calderón. El PAN estará ahí para ayudarlo. Yo no comparto la opinión de quienes dicen que ya el sexenio terminó y que hay que cerrar la cortina. Tal vez en los últimos meses no nos ha ido muy bien, pero eso de ninguna manera significa que tengamos que apagar la luz.