Aquiles MEDELLIN SILVA
Me gusta López Obrador porque lo odian todos los políticos. Sin excepción. Me gusta López Obrador cuando me recuerda a los héroes de la infancia: el Zorro, el Justiciero Enmascarado, Robin Hood, el Capitán Trueno, el Llanero Solitario... y también un poco a Anacleto Agente Secreto. Le honra que lo persigan tanto los de Televisa y Milenio, pintando una diana con su nombre, como los panistas de “Manos Limpias” de Calderón lo vomitan. Me gusta López Obrador cuando dicen de él que no instruye bien las causas a nivel técnico y que tiene hablar lento: a la porra los tecnicismos ante las evidencias que desenmascara. Me gusta López Obrador cuando toma la iniciativa y empapela a los poderosos con el mismo rigor que a los carteristas.
Me gusta López Obrador porque es de los pocos políticos que ha dimitido cuando ejercía su cargo en el Gobierno. Se largó al verse entorpecido en su causa contra la corrupción y se metió en su campaña a tal grado que Fox sintió que amenazaba la continuidad panista. Me gusta López Obrador porque, en tiempos de tanto mangoneo, ejerce de mito, te ilusionas pensando que alguien pueda pillar a los malos para que no se salgan con la suya.Me gusta López Obrador cuando saca de quicio a los columnistas demagogos de todos los diarios, radios y teles acartonadas. Me gusta cuando permanece impertérrito ante tantos ataques por tantos flancos. Me gusta cuando sigue viajando por el país con avalancha de críticas, y escribiendo libros que solamente leen sus tres hijos y sus seguidores.Me gusta López Obrador porque sin él nunca hubiésemos sabido nada de los trapos sucios y que él ha sabido poner al sol; trapos del Estado y de lo más peorcito del gobierno, sin él, probablemente aún seguirían ocultos, como tantas otras ilegalidades que nunca sabremos.Me gusta López Obrador cuando se acerca a la putrefacta huerta de la politiquería y comienza a destapar la trama chanchullera de albiazules y tricolores. Y también cuando se adentra en el oasis priísta y, en vez de amenazar (como hicieran Germán Martínez o Elba Esther Gordillo), va y realmente tira de la cobija y descobija. Y por todas las esquinas del país. Comprendo que les enerve.Me gusta López Obrador cuando se le va la olla e investiga a los héroes caídos del actual sistema políticos, algunos todavía vigentes. Cuando, de forma pionera en el mundo de la legalidad se asume de Presidente legítimo, y hasta ha logrado hablar de Osama, Obama y uno que otro líder global de opinión. Sería interesante verlo viajar por el mundo, internacionalizarse o globalizarse. Contar con otro paladín, esta vez mexicano, desentrañando la corrupción global de los centros financieros a lado del juez español Baltasar Garzón, con el que guarda, según mi entender, cierto paralelismo.No me gusta cómo se peina ni como se viste López Obrador. Y me sorprende y apena que le guste pasear poco con la familia, lo cual no me encaja con susodicho personaje. Personajes como él hacen falta para equilibrar tanta lisonja y simulación públicas.
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Me gusta López Obrador porque es de los pocos políticos que ha dimitido cuando ejercía su cargo en el Gobierno. Se largó al verse entorpecido en su causa contra la corrupción y se metió en su campaña a tal grado que Fox sintió que amenazaba la continuidad panista. Me gusta López Obrador porque, en tiempos de tanto mangoneo, ejerce de mito, te ilusionas pensando que alguien pueda pillar a los malos para que no se salgan con la suya.Me gusta López Obrador cuando saca de quicio a los columnistas demagogos de todos los diarios, radios y teles acartonadas. Me gusta cuando permanece impertérrito ante tantos ataques por tantos flancos. Me gusta cuando sigue viajando por el país con avalancha de críticas, y escribiendo libros que solamente leen sus tres hijos y sus seguidores.Me gusta López Obrador porque sin él nunca hubiésemos sabido nada de los trapos sucios y que él ha sabido poner al sol; trapos del Estado y de lo más peorcito del gobierno, sin él, probablemente aún seguirían ocultos, como tantas otras ilegalidades que nunca sabremos.Me gusta López Obrador cuando se acerca a la putrefacta huerta de la politiquería y comienza a destapar la trama chanchullera de albiazules y tricolores. Y también cuando se adentra en el oasis priísta y, en vez de amenazar (como hicieran Germán Martínez o Elba Esther Gordillo), va y realmente tira de la cobija y descobija. Y por todas las esquinas del país. Comprendo que les enerve.Me gusta López Obrador cuando se le va la olla e investiga a los héroes caídos del actual sistema políticos, algunos todavía vigentes. Cuando, de forma pionera en el mundo de la legalidad se asume de Presidente legítimo, y hasta ha logrado hablar de Osama, Obama y uno que otro líder global de opinión. Sería interesante verlo viajar por el mundo, internacionalizarse o globalizarse. Contar con otro paladín, esta vez mexicano, desentrañando la corrupción global de los centros financieros a lado del juez español Baltasar Garzón, con el que guarda, según mi entender, cierto paralelismo.No me gusta cómo se peina ni como se viste López Obrador. Y me sorprende y apena que le guste pasear poco con la familia, lo cual no me encaja con susodicho personaje. Personajes como él hacen falta para equilibrar tanta lisonja y simulación públicas.