Estimado Sr. Procurador:
Le digo así no por una formalidad cortés, sino que se lo expreso sinceramente. Y es que, aunque no lo conozco personalmente, lo tengo por persona justa y sensible. Por lo que me dirijo a usted, créame, sin el menor asomo de ironía. Deseándole, antes que nada, que pase una muy feliz Navidad en compañía de los suyos. Porque supongo que hoy, justamente hoy que es Nochebuena, cenará muy cálidamente en compañía de su familia. Qué bueno.
Lo malo, señor procurador, es que no será el caso de dos mujeres que hoy pasarán una noche no tan buena, sí muy fría, aislada y distante. Pero además, despiadadamente injusta. Se trata de dos mexicanas como usted y yo, pero que padecen tres estigmas que son una desgracia en este país: son mujeres, indígenas y pobres: le hablo de Teresa González Cornelio y Alberta Alcántara Juan; aunque en cuanto a Teresa ella estará acompañada por Jazmín, su hija, que nació en esa prisión de San José El Alto, Querétaro, donde su madre está presa desde 2006. |