miércoles, 16 de diciembre de 2009

Narcotráfico: ¿guerra del soldado o del político?

Generales y almirantes, agrupados en el Centro de Análisis y Opinión de Marinos y Militares (Caomir), consideran que, ante el claro fracaso en la lucha contra la delincuencia organizada, “es urgente y en verdad ya necesario el cambio de estrategia, de dirección y mandos ante este tipo de operaciones”.

Es claro que el adiestramiento, el equipo, el ánimo y el valor de la tropa, nada valen si ésta carece de un líder capaz.

Durante los últimos ocho días, por lo menos, generales del Ejército y almirantes de la Armada, especialistas en diversos campos de seguridad nacional e inteligencia, han elaborado una serie de análisis que plasman una realidad alarmante sobre la lucha emprendida por Felipe Calderón contra el narcotráfico desde el primer día de su gobierno.

Integrantes del Caomir, coinciden en que “el verde olivo no se despinta de nuestra piel, pero es claro que el fracaso es obvio y se requiere un cambio. Sin embargo, consideran en sus trabajos que el hecho de intervenir decididamente causaría resquemor en la clase política, por el temor de que se podría poner orden a la incertidumbre existente”.

Al marcar las diferentes caras del enemigo —delincuencia organizada, narcotráfico, bandas de delincuentes que ejecutan, asesinan y secuestran, y en general cometen actos de terrorismo— uno de ellos, del cual guardamos su identidad a petición del autor, considera que estos elementos han dado paso a una “guerra irregular” o “combate clandestino”.

Estima que resulta realmente difícil trazar una línea divisoria nítida entre guerra irregular, acción revolucionaria por un lado, y guerra convencional por el otro, y fundamentalmente con el de la delincuencia organizada en su conjunto, que nos está afectando gravemente y que, según mi opinión, hasta ahora no se ha mencionado en algún manual de operaciones militares”.

La guerra irregular moderna resulta muy difícil de aprender o definir científicamente, porque en algunos casos se considera como una manera de conducir la guerra y en otros como un tipo especial de guerra en la que se emplean ciertos métodos con todo el poderío de que dispone, con el fin de alcanzar sus objetivos, agotar a su oponente y desgastarlo de tal forma que, a la larga, a resulta de un debilitamiento progresivo no sólo de sus fuerzas físicas sino también sicológicas, sea capaz de una clara voluntad política y militar y por ende incapaz también de actuar con éxito.

Gradualmente se reducen las posibilidades de lograr lo propuesto, además de que se va minando el apoyo y la voluntad popular, como sucede en México.

“Quienes libran una guerra, la que sea, deben estar dispuestos a emplear la violencia en gran escala, pero no precisa o necesariamente debe hacerse en todos los casos. La voluntad de librar una guerra es voluntad política. La decisión de entrar en esa condición política en su forma primaria es la decisión política por excelencia.

El analista militar sostiene que la guerra es, si no una forma de la política, sí un medio de ella, porque la guerra es siempre lucha por el poder. Es en la guerra irregular que la conexión entre la guerra y la política aparece con mayor claridad: que la guerra irregular, y en el caso de México, esta guerra tan especial de contornos indefinidos es, de cierta forma, no la guerra del soldado sino del político. Cabe preguntarse: ¿es una guerra de elección y no de necesidad?

La verdad dura, según los analistas, es que las fuerzas federales se enfrentan a un enemigo poderoso con tácticas y acciones que semejan a operaciones de guerra irregular, guerrilla urbana o como se quiera llamar.

“El problema está enfrente y es actual, ya no es posible perder el tiempo en discusiones bizantinas, que atienden más a los intereses de politicastros, partidos de diferente geometría, ya sea la zurda estrepitosa, la derecha clerical o las escandalosas acusaciones de organismos que tienden a desprestigiar la labor actual de nuestro instituto armado”.

Es necesario, concluye, que ante un enemigo con características del citado, se enfrenten a él, de manera decidida. Los únicos organismos, organizados, capacitados, equipados e integrados y con verdadera unidad de doctrina como lo establecen las leyes y cuya responsabilidad es “garantizar el orden interno” además de otras obligaciones que complementan sus funciones, son las fuerzas armadas, en sus correspondientes ámbitos de acción.

El Ejército es entonces el especialista para enfrentar este tipo de situaciones y organizaciones que afectan a nuestro país.

Los narcos no son simples delincuentes, son combatientes.

No es posible, dicen los miembros del Caomir, “seguir actuando sin coordinación y sujetos a los avatares y decisiones viscerales o vaivenes de la política, maquillaje e intereses de los encargados civiles favoritos de manejarla”.

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