El año nuevo empieza como acabó el que ha concluido pues como bien predica Perogrullo, la realidad no se interrumpe al topar con la última hoja del calendario. La penetra y sigue su curso, más allá de la artificial medición de nuestros días. Por eso la boruca –que sólo eso, pero no debate, es hasta este momento la secuela de la reforma al Código Civil– sobre la enmienda matrimonial está en el ánimo público en estos días iniciales del 2010, como lo estuvo en los postreros de su antecesor. Lo mismo ocurrirá con las terribles consecuencias de la muerte de Arturo Beltrán Leyva, pues se trató de un momento estelar pero sólo un momento del fallido combate al narcotráfico por la vía de las armas. Y adquirirá mayor virulencia el alza en el costo de la vida que empezó a dibujarse en noviembre, cuando se aprobó el paquete de ingresos y de gastos del gobierno federal y recibió su primera pincelada negra con el incremento al precio del diesel y de las gasolinas Premium y Magna, la de uso generalizado. Si bien el aumento en sí mismo es apenas perceptible y las contadas familias y personas con solvencia económica quizá la resientan apenas, su efecto real sobre los transportes de personas y cosas será considerablemente dañino.
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