MÉXICO, D.F., 6 de enero.- Más que aquel mito histórico al que algunos la reducen, la Revolución Mexicana es una realidad presente que distingue a nuestra nación y que ha inspirado nuestra cotidiana construcción democrática. Uno de los logros más importantes de los revolucionarios de 1910 fue sin duda la irrestricta separación Iglesia-Estado. La fortaleza y la dignidad del Estado laico mexicano siempre fueron ejemplos internacionales del éxito de un liberalismo progresista, y se destacan hoy más que nunca en una época de resurgimiento de fundamentalismos y sectarismos de diversa índole a lo largo y ancho del planeta.
México cuenta con un nivel de desarrollo mucho más avanzado que Estados Unidos en la materia. En el país vecino del norte, tanto el presidente como los diputados y senadores federales juran sobre la Biblia al tomar posesión de sus cargos. En más de una docena de entidades federativas de la Unión Americana un sacerdote inaugura las sesiones legislativas locales con una bendición pública. La moneda estadunidense reza que su valor surge de la “confianza” que los ciudadanos tienen en Dios (“In God We Trust”). Las bodas oficiadas por curas, pastores e incluso chamanes tienen valor civil. Un gran número de escuelas públicas del sur de Estados Unidos todavía enseñan que la humanidad tiene su origen en el pecado original de Adán y Eva
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México cuenta con un nivel de desarrollo mucho más avanzado que Estados Unidos en la materia. En el país vecino del norte, tanto el presidente como los diputados y senadores federales juran sobre la Biblia al tomar posesión de sus cargos. En más de una docena de entidades federativas de la Unión Americana un sacerdote inaugura las sesiones legislativas locales con una bendición pública. La moneda estadunidense reza que su valor surge de la “confianza” que los ciudadanos tienen en Dios (“In God We Trust”). Las bodas oficiadas por curas, pastores e incluso chamanes tienen valor civil. Un gran número de escuelas públicas del sur de Estados Unidos todavía enseñan que la humanidad tiene su origen en el pecado original de Adán y Eva