sábado, 22 de mayo de 2010



La desaparición de Diego Fernández de Cevallos no es un secuestro más. Tampoco es la desaparición de un prominente político o de un connotado panista adorado por priistas y malquerido por perredistas.
Por Ramón Alberto Garza
21/05/2010

Quienquiera que haya perpetrado este acto criminal, atentó contra los equilibrios políticos del gobierno de Felipe Calderón. Deliberada o accidentalmente, pero desestabilizó.

Porque, para todo fin práctico, el llamado “Jefe Diego” fungía como el virtual vicepresidente de México. Era el hombre que de manera directa influía en dos hombres clave de la política interior y la justicia: el secretario de Gobernación y el procurador general de la República.

El senador priista Manlio Fabio Beltrones expuso con precisión el rol de “El Jefe Diego” en el actual régimen: “Es el hombre clave para la gobernabilidad democrática” de México.

Por eso las pasiones que despertó su desaparición. Por eso las presiones que existen para esclarecer cuanto antes su paradero. Vivo o muerto.

Por eso la cadena de hechos que sucedieron antes, durante y después de su desaparición o secuestro.

SANGRE Y PIES DESCALZOS

Algunos dicen que la respuesta a la desaparición es más sencilla de lo que parece. Que el secuestro es producto de una banda criminal de poca monta o incluso un ajuste de cuentas personal o de negocios.

Los peritajes iniciales en torno a su finca y a la camioneta que dejó cerrada podrían apuntar a una afrenta entre conocidos. Las fotografías del lugar de los hechos –a las que tuvimos acceso– podrían apuntar en esa dirección.

Dos manchas de sangre. Una abundante en la pared, producto de un presunto golpe en la cabeza después de forcejear y dejar sobre la pintura blanca huellas del hule negro de los zapatos.

Y la otra de pequeñas gotas en el piso, presumiblemente producto de una punción con las tijeras con las que estilizaba su característica barba y su bigote. Ni una señal más de forcejeo. Ni un disparo.
Pero lo que más llama la atención son las huellas del calzado en el piso. Hay pisadas de huarache e incluso se presumen pies descalzos. ¿Lugareños, reivindicadores de la guerrilla instalados en la sierra queretana o montaje intencional para distraer la investigación?

SILENCIAR AL GENERAL

Pero esa ingenuidad de un asunto personal o de poca monta se topa con el atentado contra el general Mario Arturo Acosta Chaparro.

Ese podría ser apenas el primero de los avisos de que estamos ante un caso que va más allá de un delito común. Un mensaje que tiene lugar por infeliz coincidencia en el cruce de las calles Sinaloa y Tampico. El Pacífico y el Golfo intersectados.

Y es que atentar contra quien ya investigaba, por instrucciones familiares, el paradero de “El Jefe Diego”, lleva mensaje. Y no es de criminales amateurs.

El testimonio que hoy presentamos es de Minerva Vanessa Karim Demicelis Lotfy. La mujer que despedía en la puerta al general Acosta Chaparro en el momento en que fue victimado a balazos.

Ella narra en las averiguaciones previas ACI/T1/0086/10-05 y HCM/056/2010 que el atentado no fue un simple asalto. Iban por el general, a quitarle la vida.

Si así fuere, ¿por qué intentar acallar la investigación? ¿Qué sabía Acosta Chaparro para que un hombre le disparara?

LA SOSPECHA DEL EPR

Cuando el presidente Felipe Calderón habló por primera vez del caso, se dirigió en su discurso al “Jefe Diego”.

“….y también si pudieran transmitírselo al propio Diego Fernández de Cevallos, si fuera la posibilidad que él supiera que sus hijos están fuertes, están firmes”, dijo el mandatario.

¿Por qué el presidente tendría la convicción de dirigirse al desaparecido o secuestrado? ¿Para enviarle el mensaje de que ya se sabía dónde estaba y que se estaba trabajando en su liberación?

Esa era una de las tesis que investigaba el general Mario Arturo Acosta Chaparro al momento de ser victimado. Decía que la desaparición de “El Jefe Diego” traía impregnado un olor a dinero, y a pesar de que el Ejército Popular Revolucionario (EPR) se había deslindado, no descartaba que la guerrilla estuviera detrás.

El comunicado de deslinde sólo venía a recordar que ellos también conocían del dolor de sus desaparecidos. Y que el 25 de mayo se cumplirán tres años de la detención o desaparición de los eperristas Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez.

Coincidencia o no, el EPR volvió a montar el jueves por la mañana un comunicado en su página de Internet www.cedema.org. El pronunciamiento es claro.

“La responsabilidad de la detención-desaparición de nuestros dos compañeros en Oaxaca recae directamente en el general Juan Alfredo Oropeza Garnica, Ulises Ruiz y Felipe Calderón”, dice el comunicado. Oropeza es considerado uno de los pupilos más cercanos al general Acosta Chaparro.

Y el comunicado concluye: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!, ¡A exigir la libertad de todos los presos políticos y de conciencia del país!, ¡por la presentación de todos los detenidos desaparecidos!”.

PUGNAS EN EL GABINETE

Pero, sin duda, una de las cajas de Pandora que se abrió con la desaparición de “El Jefe Diego” fue la de las ya evidentes disputas hacia adentro del gabinete calderonista de seguridad.

A nadie escapa que las confrontaciones entre la Secretaría de Gobernación y la PGR con la Secretaría de Seguridad Pública están ya en un punto insostenible. Y en medio del conflicto, el Ejército y la Marina Armada de México.

Para nadie es un secreto que Fernando Gómez Mont y Arturo Chávez Chávez son hombres de las lealtades de Diego Fernández de Cevallos. Amigos y socios de despacho o al menos compañeros de litigios comunes.

La mancuerna Gobernación-PGR tiene meses lamentando que desde Los Pinos se toleren las incapacidades e incluso las complicidades de Genaro García Luna.

Y es público y notorio hacia adentro del gobierno que el frente Gómez Mont-Chávez Chávez, bajo el paraguas de “El Jefe Diego”, venía ganando la batalla contra el controvertido titular de la SSP.

La pugna era tan abierta, que en un reciente encuentro de seguridad en el estado de Morelos, García Luna se burló de la ausencia del procurador general de la República.

“¿Y ahora dónde está nuestro sparring? ¿Ahora de quién nos vamos a burlar?”, preguntaba abiertamente y con sorna a algunos de sus allegados y a quienes lo quisieran escuchar.

EL CÁRTEL FAVORITO

Las disputas entre el bloque Gobernación-PGR y la Secretaría de Seguridad Pública tienen su epicentro en las acusaciones de que desde los dominios de Genaro García Luna se protege al Cártel de Sinaloa.

Las denuncias trascendieron el umbral de las sospechas esta misma semana, cuando distintos medios internacionales de comunicación acusaron directamente a la administración de Calderón de favorecer las actividades del legendario Joaquín “El Chapo” Guzmán.

El prestigiado diario estadounidense The New York Times recibió al presidente Felipe Calderón en su visita a Estados Unidos con una información sobre la presunta intervención presidencial para la liberación exprés de la esposa del jefe del Cártel de Sinaloa, que fue detenida y dejada en libertad el pasado miércoles 12 de mayo.

Por su parte, National Public Radio lanzó una serie titulada “Mexico Seems to Favor Sinaloa Cartel In Drug War” (México parece favorecer al Cártel de Sinaloa en su guerra contra las drogas), investigación avalada con estadísticas.

Los números revelan que 44 por ciento de los arrestos son contra Los Zetas y el Cártel del Golfo, mientras que sólo 12 por ciento corresponden al Cártel de Sinaloa.

El círculo se cierra con José Reveles, el reportero investigador y ganador del Premio Nacional de Periodismo, quien lanzó esta semana su nuevo libro “El Cartel Incómodo: El Fin de los Beltrán Leyva y la Hegemonía del Chapo Guzmán”.

En él expone presuntos pactos entre las altas esferas del gobierno federal y los más renombrados capos del Cártel de Sinaloa.

En concreto, el periodista revela un presunto pago de 40 millones de dólares para dejar salir a “El Chapo” de Puente Grande.

También habla de un presunto pacto de Juan Camilo Mouriño, quien en su calidad de secretario de Gobernación se habría reunido con “El Chapo”. Y hubo otro encuentro entre Genaro García Luna y Arturo Beltrán Leyva en 2008, cuando este capo todavía tenía su alianza con el Cártel de Sinaloa.

LA ESPOSA Y “NACHO” CORONEL

La desaparición de Diego Fernández de Cevallos se da también unas horas después de que se tocan dos intereses clave del llamado cártel favorito del sexenio.

El primer evento tiene lugar el miércoles 12 de mayo, cuando fuerzas federales detienen a Griselda Guadalupe López Pérez, alias “Silvia Escoto Muñoz”, esposa de Joaquín “El Chapo” Guzmán y madre de cuatro de sus hijos.

Encapuchada y esposada fue trasladada a las instalaciones de la SIEDO en la Ciudad de México para ser acusada de lavado de dinero. Pero sorpresivamente es liberada.

Días más tarde, y en plena visita oficial de Felipe Calderón a Estados Unidos, el periódico The New York Times revelaría que fue dejada en libertad por orden presidencial ante el temor de que su detención desatara una ola de violencia con el Cártel de Sinaloa.

El otro suceso que trastoca los intereses de “El Chapo” Guzmán sucede en Jalisco, la noche del jueves 13 de mayo. Un día después de la detención y liberación de la esposa del capo.

“‘Nacho’ Coronel pudo ser detenido: Guzmán”. Ese fue el titular de Público, la edición de Milenio Diario en Guadalajara, en una declaración atribuida al secretario de Gobierno de Jalisco.

La detención de “Nacho” Coronel sucedió apenas 24 horas antes de la desaparición de “El Jefe Diego”. Y hasta el momento, las autoridades no se atreven ni a confirmar ni a desmentir el arresto. Ni siquiera a sus colegas de la DEA de Estados Unidos.

El hecho abrió en sí mismo un expediente. El del presunto secuestro del político panista para buscar un canje por quien es el operador clave del Cártel de Sinaloa en la zona del Bajío.

LA GIRA Y LA FOTO
Para algunos analistas, el gobierno federal sabe al menos quién o quiénes “desaparecieron” a Diego Fernández de Cevallos. Se habla de que lo sabían desde el primer día.

Pero la gira del presidente Calderón por España y Estados Unidos habría obligado al sigilo extremo para impedir que el suceso, conocido en toda su dimensión, obligara a suspender o trastocar las visitas oficiales a dos naciones clave por sus relaciones con México.

Por eso el silencio impuesto a la información. Por eso la presunta foto de un rostro parecido al de “El Jefe Diego”, con los ojos vendados, con un diario que exhibiría alguna fecha y que comenzó a circular la noche del jueves 20 por Internet y fue exhibida en Milenio Televisión.

De ser auténtica la fotografía, sería la de un Diego Fernández de Cevallos cautivo, con los músculos del cuello tensos, mostrando signos de un descalabro en su frente, hecho que concuerda con los peritajes de la sangre encontrada en la pared de su rancho.

Pero hasta ahora no es más que lo demás. Especulaciones y desinformación. Lo único factible, constatado en hechos, es el atentado al general Acosta Chaparro.

Aunque hay quienes advierten que instalado el presidente Calderón de vuelta en Los Pinos, no pasará mucho tiempo sin que se conozca alguna información confiable, más certera.

Por ahora, la incertidumbre sólo viene a confirmar una crisis de Estado cuyo desenlace estaríamos a horas de conocer.

Fuente: Reporte Indigo