OPINIÓNLa Montaña RojaLa Jornada de Oriente | |
Situémonos un instante en este escenario: Inicio de la década de los ochenta, en pleno corazón de la sierra guerrerense se encuentra uno de los rincones más olvidados del país: Alcozauca. La pobreza y marginación no son barreras para que sus habitantes estén concientes de que el orden prevaleciente no es producto del fatalismo: no hay razón para que la injusticia sea injusta, ni el hambre hambrienta. Un buen día deciden desafiar a la hegemonía del aparato, se organizan y masivamente se vuelcan a las urnas para llevar a un comunista a la alcaldía. Se trata de Abel Salazar, proveniente de una familia que sembró su vocación en la lucha popular.
Este profesor rural forma parte de una generación de mujeres y hombres de izquierda que pese a las condiciones asimétricas y fraudulentas ofertadas por el régimen, tomaron la decisión de salir de la clandestinidad y optar por la senda democrática. El cambio de paradigma fue abrupto y a lo sumo cuestionado por otras corrientes: ya no sería el pueblo armado, sino el pueblo sufragante el sujeto predilecto de la transformación social.
El júbilo de aquellas jornadas pronto se vio empañado por el abrumador peso de la realidad. El gobierno del estado haría todo lo posible por impedir que ese foco rojo se esparciera y tiñera del mismo color al resto de la montaña guerrerense. La estrategia se centró en el boicot y el asilamiento. Luego lo corroboraron cuando una comitiva bajó a Chilpancingo a recoger el primer cheque con una insignificante cantidad que no alcanzaba ni para el arranque. Dicen que la gente comenzó a implorar que los antecesores regresaran... pero todo lo que se habían robado. Fue contra viento y marea como se fue gestando una tarea aún inacabada: la autonomía municipal.
Desconozco si en aquel instante los 11 mil pobladores de Alcozauca tenían conocimiento de los alcances de estos acontecimientos. No sólo eligieron al primer presidente municipal comunista en la historia contemporánea de nuestro país, sino que demostraron que con organización popular, al oficialismo se le podía vencer en las urnas.
Este profesor rural forma parte de una generación de mujeres y hombres de izquierda que pese a las condiciones asimétricas y fraudulentas ofertadas por el régimen, tomaron la decisión de salir de la clandestinidad y optar por la senda democrática. El cambio de paradigma fue abrupto y a lo sumo cuestionado por otras corrientes: ya no sería el pueblo armado, sino el pueblo sufragante el sujeto predilecto de la transformación social.
El júbilo de aquellas jornadas pronto se vio empañado por el abrumador peso de la realidad. El gobierno del estado haría todo lo posible por impedir que ese foco rojo se esparciera y tiñera del mismo color al resto de la montaña guerrerense. La estrategia se centró en el boicot y el asilamiento. Luego lo corroboraron cuando una comitiva bajó a Chilpancingo a recoger el primer cheque con una insignificante cantidad que no alcanzaba ni para el arranque. Dicen que la gente comenzó a implorar que los antecesores regresaran... pero todo lo que se habían robado. Fue contra viento y marea como se fue gestando una tarea aún inacabada: la autonomía municipal.
Desconozco si en aquel instante los 11 mil pobladores de Alcozauca tenían conocimiento de los alcances de estos acontecimientos. No sólo eligieron al primer presidente municipal comunista en la historia contemporánea de nuestro país, sino que demostraron que con organización popular, al oficialismo se le podía vencer en las urnas.