Teodoro Rentería Arróyave
En una paradoja que indigna por todo lo que significa de cinismo, desvergüenza, complicidad y burla, casi al mismo tiempo que el gobierno mexicano, a través de su secretaria de Relaciones Exteriores, abogaba en Naciones Unidas por los niños víctimas de los conflictos bélicos, en nuestro país, una Suprema Corte sumisa declaraba inocentes a los presuntos altos funcionarios señalados como responsables de la peor tragedia de infantes, el incendio de la Guardería ABC y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de acuerdo a sus investigaciones, demostraba en forma irrefutable que los niños de Ciudad Mier, Tamaulipas de apenas 9 y 5 años fueron muertos por elementos del Ejercito y no por las balas en fuego cruzado con sicarios al servicio del crimen organizado.
Se ha dicho hasta la saciedad que “se enseña con el ejemplo”. ¿Cómo es posible que lleguen nuestros actuales funcionarios a los foros internacionales a querer erigirse en paladines de los derechos humanos de la niñez, cuando aquí en casa, todo es desorden? Son centenas de niños y jóvenes los que han perecido, han resultado lesionados o viven en la orfandad a consecuencia de una absurda guerra; son víctimas de incidentes cada día más frecuentes y de toda clase de explotaciones, incluyendo el tráfico sexual, exacto, por la impunidad imperante.
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