Carolina S. Romero
“Recuerden señores magistrados que el papel que ustedes juegan es muy importante. Un papel de dignidad o un papel de vergüenza para toda la historia, en que ni siquiera sus hijos se atreverán a decir ‘Mi padre fue magistrado. Mi madre fue magistrada’”.
Las palabras de Marta Pérez del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) se pronuncian el miércoles, 23 de junio, cuando la Suprema Corte de la Nación empieza su revisión del caso Atenco.
En estos días, la Suprema Corte decidirá el futuro de los 12 presos que han vivido el despiadado ataque policial del 3 y 4 de mayo de 2006, ordenado por (¿¡el futuro presidente de México?!) Enrique Peña Nieto, y que han conocido en carne propia los campos de exterminio de México durante 4 años: Ignacio del Valle sentenciado a 112 ½ años en prisión, Héctor Galindo y Felipe Álvarez, sentenciados a 67 ½ años y Alejandro Pilón Zacate, Jorge Alberto Ordóñez Romero, Román Adán Ordóñez Romero, Juan Carlos Estrada Cruces, Julio César Espinosa Ramos, Inés Rodolfo Cuellar Rivera, Edgar Eduardo Morales, Oscar Hernández Pacheco, Narciso Arellano Hernández , sentenciados a 31 años, 10 meses y 15 días.
La Corte también decidirá el futuro de América del Valle y Adán Espinoza, perseguidos y obligados a esconderse, lejos de sus familias, durante 4 años.
Hoy han llegado dos camiones de campesinos de Atenco, y también está gente de la CNTE, SME, San Juan Copala, Pasta de Conchos, familiares de la Guardería ABC, La Otra Campaña, estudiantes, y medios libres, entre otros.
Apenas empieza el mitin, escuchamos un anuncio en voz quebrada de Trinidad Ramírez. Ha recibido una llamada de su hija, América del Valle, desde la embajada de Venezuela, donde está pidiendo asilo político al presidente Hugo Chávez. Teme por la vida de su hija. No sabe cuándo volverá a verla. Pide que una comisión la acompañe a la embajada de Venezuela para intentar verla. La angustia se escucha en su voz. Pero también dice: “No puedo hablar sólo de mí, sino hablo de todos los demás. Hablo de mi pueblo mexicano, que tan lastimado ha sido, que tan agredido. Luchamos por una causa y la única respuesta que se nos da es la represión. Únicamente se nos da la cárcel, la tortura, la desaparición, el encarcelamiento, o el asesinato, la muerte. Esto es lo que recibimos. Ministros, asómense a estas ventanas, no para ver el caso Atenco, sino para ver el país. Necesitan dejar de torcer estas leyes y hacer valer la constitución”.
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Las palabras de Marta Pérez del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) se pronuncian el miércoles, 23 de junio, cuando la Suprema Corte de la Nación empieza su revisión del caso Atenco.
En estos días, la Suprema Corte decidirá el futuro de los 12 presos que han vivido el despiadado ataque policial del 3 y 4 de mayo de 2006, ordenado por (¿¡el futuro presidente de México?!) Enrique Peña Nieto, y que han conocido en carne propia los campos de exterminio de México durante 4 años: Ignacio del Valle sentenciado a 112 ½ años en prisión, Héctor Galindo y Felipe Álvarez, sentenciados a 67 ½ años y Alejandro Pilón Zacate, Jorge Alberto Ordóñez Romero, Román Adán Ordóñez Romero, Juan Carlos Estrada Cruces, Julio César Espinosa Ramos, Inés Rodolfo Cuellar Rivera, Edgar Eduardo Morales, Oscar Hernández Pacheco, Narciso Arellano Hernández , sentenciados a 31 años, 10 meses y 15 días.
La Corte también decidirá el futuro de América del Valle y Adán Espinoza, perseguidos y obligados a esconderse, lejos de sus familias, durante 4 años.
Hoy han llegado dos camiones de campesinos de Atenco, y también está gente de la CNTE, SME, San Juan Copala, Pasta de Conchos, familiares de la Guardería ABC, La Otra Campaña, estudiantes, y medios libres, entre otros.
Apenas empieza el mitin, escuchamos un anuncio en voz quebrada de Trinidad Ramírez. Ha recibido una llamada de su hija, América del Valle, desde la embajada de Venezuela, donde está pidiendo asilo político al presidente Hugo Chávez. Teme por la vida de su hija. No sabe cuándo volverá a verla. Pide que una comisión la acompañe a la embajada de Venezuela para intentar verla. La angustia se escucha en su voz. Pero también dice: “No puedo hablar sólo de mí, sino hablo de todos los demás. Hablo de mi pueblo mexicano, que tan lastimado ha sido, que tan agredido. Luchamos por una causa y la única respuesta que se nos da es la represión. Únicamente se nos da la cárcel, la tortura, la desaparición, el encarcelamiento, o el asesinato, la muerte. Esto es lo que recibimos. Ministros, asómense a estas ventanas, no para ver el caso Atenco, sino para ver el país. Necesitan dejar de torcer estas leyes y hacer valer la constitución”.