* Palabras del empresario Fernando Turner de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C., durante la reunión entre el presidente legítimo de México. Andrés Manuel López Obrador con empresarios e integrantes de la asociación civil Encuentro, en el University Club México.
Nuestro país se encuentra en una encrucijada. Millones en la pobreza, escasa y menguante clase media, pocos ricos, algunos mega ricos y muchos sin nada, ni oportunidades para mejorar: y el “agandalle” desenfrenado de políticos, sindicalistas protegidos, oligopolistas y gobierno para extraer rentas excesivas a la población, son síntomas de un estado de cosas injusto y desordenado que es urgente cambiar radicalmente.
Si no lo hacemos ordenadamente, el futuro será caótico, con inseguridad creciente y decadencia más acelerada.
Entre más tiempo esperemos para iniciar la salida de este desorden, mayores serán los obstáculos y el tiempo y la energía a emplear.
Sin embargo, no obstante que todos coincidimos en la necesidad de cambio, la resistencia a éste es igualmente generalizada. El gobierno no encuentra la forma y el tiempo de liderear a la ciudadanía para motivarla a desarrollar un esfuerzo colectivo que nos lleve a un plano social superior, pues se encuentra sumergido en su propia incapacidad, corrupción, falta de visión de las metas socialmente deseables, grillas internas y necesidades partidistas.
Los políticos están dedicados a obtener el poder para detentar las canonjías y prebendas que otorgan los puestos, más que para lograr el bien común.
Los partidos alejados de sus ideologías y centrados en una operación política cada vez más sucia que los divorcia de la ciudadanía y de la ética. Los “líderes” empresariales empeñados en mantener los privilegios que han logrado de gobiernos sucesivos logrando prebendas monopólicas y reconocimientos cortesanos, los intelectuales se han perdido en una gritería que lo mismo propugna por aumentar los ingresos del Estado que por la austeridad y transparencia en su dispendioso gasto.
La ciudadanía, cada vez más preocupada y aislada de la dirección del país sin muchas posibilidades de acción efectiva debido a la cooptación y desgaste de organizaciones ciudadanas que no aciertan a mantenerse ajenas al brillo y lustre del poder.
Los tecnócratas encerrados en una mafia fundamentalista centrada en promover y proteger un culto a lo viejo y fallido y en mantenerse en la dirección económica ante la ceguera e incapacidad de los políticos a quienes han convertido en seguidores irreflexivos de sus ineficaces políticas.
La sociedad, sin embargo, tiene miedo de cambiar, quizá porque el país todavía ofrece ciertas oportunidades que, aunque menguadas, son patrimonio ante la incertidumbre y la crisis. Tiene miedo, porque ha perdido la confianza en los líderes tradicionales que aglutinaban clases sociales, estratos económicos o filosofías de desarrollo. Tiene miedo, porque esos líderes controlan los medios de comunicación y los aprovechan para defender el estado actual de cosas, a pesar de su evidente fracaso.
Mientras tanto, los millones que han sido excluidos de la movilidad social debido al persistente estancamiento económico y a las cadenas que los atan a la pobreza, nutren las bandas de la delincuencia organizada y desorganizada que asola el país. Sin esperanza ni oportunidades, sin liderazgos verdaderos y auténticos, los riesgos para nuestra nación son cada día mayores, incrementándose en consonancia con la pobreza, el desempleo, la marginación y el desánimo.
¿Qué hacer? ¿Cómo lograr un cambio sin desorden? Es difícil responder con sustento a estas preguntas. Nuestra sociedad es muy compleja y diversa. Nuestra sociedad es muy compleja y diversa. No somos un país pequeño sino un de 112 millones de habitantes dispersos en un territorio amplio, en ciudades enormes y en poblaciones minúsculas, con una economía bastante diversificada.
Somos diversos en lo político, social, económico, religioso y cultural. Solo quedan dos opciones visibles para este cambio: el desorden que puede estallar ante el trastorno en el que vivimos o bien que esté cambio se promueva desde el liderazgo político nacional. Las elecciones del 2012 serán la última llamada para proporcionarnos un régimen que entienda y abandere las verdades y legítimas demandas de este atribulado pero bendito país.
En la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C.(ANEI) somos optimistas. México tiene amplias potencialidades en su gente cálida, entusiasta, llena de valores familiares y sociales, trabajadora y sufrida. En su historia llena de derrotas y sinsabores, pero plena de ejemplos de redención y luchas. En su territorio, pródigo en riquezas que unos pocos detentan y mal usan. En sus capacidades variadas y suficientes para producir el bienestar tan deseado y necesario. En su sentido de solidaridad que se refleja en los momentos críticos, ejemplo, no siempre ponderado, para los malos gobiernos, intelectuales y oligarcas. En su unidad familiar, su religiosidad, su dignidad y sus aspiraciones.
También hay grandeza en sus 5 millones de empresarios medianos y pequeños que mantienen el 72 por ciento del empleo, el 52 por ciento del PIB y el 70 por ciento de la inversión nacional. Que constituyen el 99 por ciento de las empresas. Ese empresariado tan disperso y tan subrepresentado en la toma de decisiones nacionales. El nacionalista que no se va en la crisis. El que constituye la escuela básica de administración, de la formación de futuros empresarios. La fuente principal de la innovación y el desarrollo.
Los ignorados por las cúpulas, ocupadas en la defensa de los privilegios de los grandotes. Los que llevan a cuesta la competencia con el exterior lisiados por los monopolios estatales y los oligopolios de los “consentidos”. Nosotros, lo que aquí estamos hoy, los representamos y la ANEI busca darles voz en la definición del destino nacional.
En la ANEI hemos definido que el estancamiento económico que sufrimos desde hace 30 años, ocasionando la pobreza del 50 por ciento de la población, la lacerante desigualdad, la inseguridad y el desánimo, es producto de las políticas económicas equivocadas que se han aplicado en este ya largo período. Políticas aprendidas “macheteado” en las universidades norteamericanas, irreflexivamente aplicadas a raja tabla, sin ajustarlas a las condiciones del país, como dogma inatacable. Aplicadas por tecnócratas que jamás han emprendido, arriesgado o desarrollado fuentes de empleo.
Que ignoran y desprecian las opiniones de los que lo hacen. Tecnócratas que, como dice Gabriel Said, su única virtud ha sido saberse insertar en los corredores del poder y conquistar la mente y voluntad de los “políticos” que han renunciado a ejercer su responsabilidad en el campo económico y se ha refugiado en la administración de un sistema político inviable, antidemocrático y ya demostradamente ineficaz y corrupto.
Estas políticas impidieron reganar el crecimiento económico acelerado que nuestro país logró durante 30 años a partir de 1944-45 y se interrumpió por los excesos de presidentes nacidos en un sistema autoritario y corrupto. Lejos de diseñar políticas económicas que se ajustaran a la nueva realidad nacional y mundial, los tecnócratas adoptaron un credo que no supieron ensamblar y administrar para lograr prosperidad en el país. Su fracaso es evidente.
30 años de crecimiento en el PIB per cápita inferior al 1 por ciento anual, cuando el mundo crecía al doble y Asia 4 veces más rápido. Porque países como Corea, con un PIB per cápita igual a la tercera parte del nuestro en 1970, ahora tienen una prosperidad que se mide en un PIB per cápita igual a cuatro veces el nuestro. Cuando países como China e India, con carencias superiores a las nuestras tienen 3 y 2 décadas creciendo anualmente arriba del 9 por ciento anual y sacando a millones de la pobreza.
Lo más lamentable es que, para evitar que se “manche” el dogma se busca el causante del fracaso en el pueblo mexicano, en su carácter, laboriosidad, inteligencia, honradez, disciplina y no en la ineficacia de los que se han ostentado como dueños del país y han cobrado y disfrutado a ese estatus.
Cooperando con este fracaso, junto con la clase política y los tecnócratas, están los oligopolistas, preocupados por mantener un “statu quo” que mantiene al país en el fracaso y el desánimo. En debilidad creciente. Aumentando la lista de problemas sin resolver ninguno. Viendo a sus empresas hacerse cada vez más chicas en el contexto mundial, más dependientes del gobierno y de sus privilegios de mercado.
Desdibujándose en las propuestas de avanzada de las cuales generaciones anteriores de empresarios fueron adalides. Apoyando sin entender el dogma neoliberal estancador y el crecimiento continuo del Estado. Impidiendo la adecuada representación en el debate público de los verdaderos empresarios y lastrando su desarrollo con sus oligopolios.
La ANEI está comprometida a lograr dar voz a estos millones de empresarios. Con propuestas concretas, fundadas, prácticas y eficaces. Que prendan el motor de la economía y éste pueda remolcar el cambio social. Nuestras propuestas están ahí, publicadas en diferentes medios, presentadas a tirios y troyanos, defendidas con tesón, inteligencia y pasión. Buscando el “bien común”, no el privilegio para unos cuantos. Luchando por cambiar el estado de cosas injusto y empobrecedor. El que nos ha llevado a la derrota.
Buscando el cambio con orden. Dentro de nuestras instituciones democráticas. En la libertad. Trantado de evitar el cambio desordenado, caótico y destructor que puede sobrevenir de seguir defendiendo las prácticas perdedoras.
Vemos en Andrés Manuel a un líder que busca el bien común, sus principales propuestas económicas coinciden en buena medida en las nuestras: principalmente, acabar con los privilegios de unos cuantos; en bajar los gastos excesivos del Estado; en fundarse en el pueblo y su energía y valores; en su optimismo en el país. En el apoyo a los verdaderos empresarios. Es un líder político que abandera una plataforma de cambio substancial. Que tiene la convicción y el carácter de acabar con este estado injusto y destructor.
Creemos que vale la pena participar en el desarrollo ulterior de esas ideas, en afinar y completar sus propuestas, en aterrizarlas en programas, en acercarle empresarios que aman al país y están dispuestos a trabajar para lograrlo.
La ANEI no es partidista, pero se fundó con el compromiso de difundir ideas que relancen al país al crecimiento, en libertad política y económica, respetando la propiedad privada y la iniciativa individual, bajo el principio liberal de que millones “buscando su propio bienestar en orden, logran el bien común”.
De que el motor de la economía es la sociedad civil y no el Estado. De que el empresario libre es la locomotora que puede arrastrar el tren, si las condiciones ordenadas las procura el Estado. Consecuentemente, apoyáremos estas ideas y a los líderes que estén dispuestos a aplicarlas en sus programas de gobierno.
Por eso estamos aquí. Primero para invitar a todos los presentes a unirse a ANEI y luchar juntos por la prosperidad nacional y para alentar a Andrés Manuel a persistir en la lucha contra los privilegios de los monopolios, el excesivo gasto del Estado, el apoyo a los pequeños y medianos empresarios, los sindicatos corruptos y a complementar sus planes de acción en programas específicos e incluir en ellos propuestas que ataquen la corrupción, ineficacia y abusos de los monopolios públicos y de sus sindicatos y que reafirmen su compromiso con la libertad económica y el trabajo de emprendedores. Muchas gracias.
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