26 de febrero de 2011
Acaba de irse José Iturriaga, un año antes de los cien que había decidido vivir. Lo despedimos con íntimo recogimiento y solemnidad. Avanzamos apenas algunas reflexiones de las muchas que habrán de recogerse y debatirse sobre la vida y la obra de un excepcional republicano, que indagó y transmitió la esencia de la nación.
Último gran mexicano del siglo XX, fue llamado “personaje renacentista” que aunaba erudición y sabiduría a una vitalidad invencible. Formado en el trabajo manual: minero y ebanista. Lúcido y cálido; admonitorio y jovial, practicó la honestidad como un dogma, desdeñó los honores y desplegó la curiosidad intelectual como un método para desentrañar nuestras raíces. Ejerció la donación humana del magisterio.
Su preocupación central era el conocimiento del país, en todas las dimensiones y recovecos posibles. Decíamos que había inventado una ciencia: la “mexicanología”. Semejante era su pasión por el conocimiento de nuestra historia y sus personajes, sus
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