José Agustín Ortiz Pinchetti
Comienza a oscurecerse
la ilusión que generó en millones la inauguración del gobierno de Peña.
Muchos observadores y aliados confirman la sensación de que la
luna de mielterminó. Incluso los panistas que le pavimentaron el camino caen en cuenta que hicieron mal al permitir que el viejo partido y sus vicios se apoderen otra vez de la escena pública. (J. Lozano, El Universal, 28/1/13). De hecho, Peña no merece convertirse en un gran líder nacional, su triunfo fue ilícito y sólo contó con 22 por ciento de apoyo de la población. Es un político mediocre y su equipo de orientación conservadora es imposible que haga las reformas prometidas. Aprovecharon el optimismo un tanto infantil que se produce en México al iniciarse cada sexenio, pero hoy ha durado muy poco.
Pronto las expectativas comienzan a disolverse. En parte porque
ningún gobierno, por mejor intencionado y eficaz que sea, podría
colmarlas. Las contradicciones se vuelven numerosas. La privatización de
Pemex provoca resistencia no sólo en la oposición, sino en parte del
PRI. Para colmar el vacío que dejaría la aportación de un billón de
pesos que hace la paraestatal al presupuesto tendría que aumentarse el
IVA en alimentos y medicinas, lo que va a provocar una gran
impopularidad. Una reforma progresiva encontraría la resistencia feroz
de la oligarquía. Pronto acabó la ilusión de que Peña pacificaría al
país. Los asesinatos se han multiplicado y la sensación de desprotección
del pueblo aumentó con la explosión de Pemex, que ha provocado una
oleada de sospechas a pesar de las tranquilizadoras declaraciones
oficiales.
La ilusión de la recomposición de las instituciones se vino
abajo en menos de un mes. La Suprema Corte de Justicia quedó dañada por
la liberación de Florence Cassez y con el fallo contra el SME que cerró
la puerta de la política. El IFE ha caído en su nivel más bajo de
credibilidad al encubrir el trinquete de Monex.
El intento de convencer de una vocación social con la cruzada contra
el hambre ha fallado por su evidente carácter populista y clientelar
para ejercer control político y electoral sobre los millones de
mexicanos más pobres. Además se transparenta un gran bisnes, al aparecer como proveedor una curiosa asociación de bancos privados que se encargarán de financiar millones de despensas.
En el fondo lo que todos percibimos es que el regreso del PRI no
significa una modernización. Es parte de una decadencia que va
resquebrajando al Estado y destruyendo la cohesión social. El formidable
montaje mediático puede tener efectos eficaces. Pero no puede vencer a
la realidad.
Se puede engañar a todos por un tiempo y algunos por todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Ver mas
Síguenos en twitter @radioamlo