Los foros públicos organizados con motivo de la reforma energética van dejando claro que la razón fundamental de la postración de Pemex deriva de la sangría de que es objeto por cubrir con sus ingresos casi la mitad del presupuesto federal; esta carga es producto de una inadecuada política fiscal, que exime y otorga privilegios a los grandes capitales y corporaciones.
Más allá de este factor, es necesario revisar las debilidades internas de Pemex, donde el tema laboral es un elemento clave. Son del dominio público los vicios y prácticas corruptas que han caracterizado su modelo de relaciones de trabajo, desde la compraventa de plazas, el tráfico de influencias para decidir adquisiciones de bienes y servicios, el robo de combustibles, hasta los escándalos protagonizados por el sindicato. Los personajes que enriquecen su patrimonio a costa de sus “contactos” con Pemex son parte del paisaje común, ¿quién no conoce a uno de estos privilegiados? Los vicios se han acrecentado a pesar del cambio de régimen político. Durante algún tiempo se pensó, con cierta ingenuidad, que la alternancia política generaría un camino diferente. Por el contrario, cada sexenio surgen nuevos beneficiarios, que se agregan a los que hicieron su negocio desde hace muchos años.
Uno de los grandes desfalcos, al menos de los descubiertos, fue el Pemexgate I en el año 2000, que desvió 500 millones de pesos de la empresa vía el sindicato, para apoyar la campaña del candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Francisco Labastida Ochoa, hoy flamante moderador de los debates en el foro. Este atraco quedo prácticamente impune a pesar de las multas impuestas al entonces director de la paraestatal, Rogelio Montemayor, y a tres de sus colaboradores cercanos. El Pemexgate II se derivó de un convenio suscrito también con el sindicato, esta vez con el..
Leer Nota AQUI