Armín Villalobos Bustillos
¡Qué pasa en México! Es lamentable lo que de este país hacen los altos funcionarios, Vicente Fox y su segunda dama, Martha Sahagún, porque la primera es la señora De la Concha, se enriquecen de manera insultante y nadie osa tocarlos, no obstante las múltiples denuncias presentadas por legisladores de diversos partidos políticos; los hijos de la Sra. Sahagún, los angelitos Bribiesca, en contubernio con funcionarios del gobierno foxista compran por conducto de una de sus empresas, por cantidades irrisorias, inmuebles del Fobaproa y del Infonavit y los venden con grandes márgenes de utilidades. Lo mismo hacen con mercancía decomisada en las aduanas. En fin, que los entenados consentidos, al final del sexenio casi pueden competir con la riqueza obtenida con el mismo señor Carlos Slim, y no pasa nada.
El Sr. Mouriño, siendo alto funcionario del mismo gobierno foxista, firma un sinfín de contratos con Petróleos Mexicanos y las empresas de la familia, cuando tenía impedimento legal y cada día en los diferentes Estados de la República la empresa familiar inaugura una nueva estación de servicios con franquicias otorgadas por los funcionarios de la paraestatal.
El gobierno federal lucha junto con los senadores, diputados y funcionarios de este régimen para entregar PEMEX a manos de la voraz iniciativa privada mexicana y trasnacional, y ante todo esto no sucede nada. El corrupto líder sindical de PEMEX, Carlos Romero Deschamps dispone de mil seiscientos millones de la paraestatal y no sucede nada. Durante el sexenio del señor Fox se hace la devolución de 680 mil millones de pesos, a los principales consorcios del país, a los señores que no pagan impuestos, ya que la carga impositiva la soporta únicamente la clase media, y no sucede nada. ¿Será que los mexicanos ya estamos acostumbrados a ver tanta corrupción y no nos preocupa nada? Ya que nada hacemos para evitarla o para exigir castigo para los corruptos, ya nos acostumbramos a ver tanta podredumbre en la administración pública que los vemos nadando en la misma corrupción y no sentimos la pestilencia, puesto que en cualquier otro país del mundo estos gobernantes y funcionarios ya estuvieran en la cárcel o ya se les hubiera aplicado la pena de muerte; los corruptos y sus descendientes en varias generaciones pueden disfrutar impunemente de sus riquezas y en México no pasa nada.
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