■ Acuerdo por la seguridad: viejas demandas y antiguas promesas
■ “¿Quién es más culpable?”, suelta Alejandro Martí; los políticos callan
Se tragan los sapos y no hacen gestos, como recomendaba el presidente Adolfo Ruiz Cortines. Tragan sin gestos y hasta aplauden, de pie, largamente. Buenos políticos. Alejandro Martí, el empresario cuyo hijo fue asesinado por la Banda de la flor, les acaba de soltar: “Si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, eso también es corrupción”.
La voz de Martí se quiebra en cada frase, sobre todo cuando dice: “¿Quién habrá matado a mi hijo? ¿Ese engendro maligno, hijo de la impunidad, o todos nosotros?”
Felipe Calderón se apresura a levantarse y saluda afectuosamente a Martí, igual que algunos miembros de su gabinete.
El único que desdeña directamente el platillo es Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal: “Yo sí te acepto el reto, Alejandro, porque estoy seguro que lo vamos a lograr.”
Los lugares privilegiados se colocan en forma de herradura. Al centro está el presidente Felipe Calderón. En una de las puntas, lo más lejos posible, Ebrard recuerda que en el Distrito Federal existe la revocación de mandato y que, en consecuencia, él se juega el cargo. No se dirige al Presidente ni a los representantes de los poderes Legislativo y Judicial, sino al empresario Martí.
“El acuerdo me parece muy buen documento”, dice, y asegura que a diferencia de otros señala fechas y responsables, de modo que pueden esperarse resultados.
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