Por Julio Pimentel Ramírez
Durante los últimos cinco lustros los mecanismos económicos del neoliberalismo, que no dejan de ser una forma sutil y en ocasiones descarnada de violencia, además de reproducir altos grados de pobreza expulsa del país a millones de mexicanos, ahora cerrando el círculo de la descomposición política y social de este régimen de explotación, decenas de familias mexicanas abandonan la patria acosados por los embates de la delincuencia organizada, portadora de otro tipo de violencia y en cuyas filas militan connotados personajes de los poderes político y económico. En los últimos días los acontecimientos se han desencadenado de tal manera que nos muestran la degradación de la vida pública nacional y la declinación acelerada de la clase política nacional, con honrosas excepciones, que es incapaz de ofrecer garantías de seguridad a la población a la par de que continúa impulsando medidas neoliberales, que en los últimos años han enriquecido a unos cuantos y empobrecido a millones de mexicanos, en diversos ámbitos esenciales para el futuro de la nación.
Desde la perspectiva de los derechos humanos la violencia tiene una vertiente fundamental en la estructura misma de un sistema que genera inequidad y exclusión, y que pone en el centro del desarrollo humano egoísmo y lucro. Sin entrar en el terreno de los conceptos de la economía política, que explican las relaciones de producción y la superestructura sociopolíticas que sobre ellas se erigen, no hay que olvidar el vector violento, de despojo, que se encuentra en el origen del capital y en su proceso de acumulación.
El término violencia estructural es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas: supervivencia, bienestar, identidad o libertad, como resultado de los procesos de estratificación social, es decir, sin necesidad de formas de violencia directa.
El neoliberalismo ha impuesto una brutal reconcentración del poder a escala mundial que ha dado como resultado la creciente destrucción de una civilización y la exclusión de un amplio sector de la población de los derechos a la educación, la salud, la cultura, la seguridad social.
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