lunes, 8 de septiembre de 2008

Reporte Índigo

EL MENSAJE DE IBAROLA
EL PELIGRO DE LA POLICÍA NACIONAL
EL ANALISTA JAVIER IBARROLA HABLA DE LA INTRANQUILIDAD DE LAS FUERZAS ARMADAS.
Grave inquietud Narcomantas o jugarretas
¿En qué trinchera se encuentran?
Policía nacional, intereses tremendos
Los soldados no quieren ser policías
gobernar es aplicar la Experiencia ¿Para qué queremos Presidente?

Al rato todos vamos a ser rehenes de la Policía Nacional, y si vamos a ser rehenes, ¿para qué queremos presidente?”. No, la cita no es de Porfirio Muñoz Ledo, ni de Andrés Manuel López Obrador o Manuel Camacho.

La cita es atribuida a personajes de los círculos militares en un artículo publicado el miércoles 3 de septiembre en la columna Fuerzas Armadas, de Javier Ibarrola, en el diario Milenio.
Pero para estar en contexto, baste decir que Ibarrola es históricamente el periodista más cercano al sector militar en México. O al menos de algunos de los más prominentes jefes de las fuerzas armadas.
Bajo el título “¿Quién quiere que se vaya?”, Ibarrola advierte de los intentos de “tirar” a Calderón que se manejaron durante toda la semana en los medios de comunicación, incluyendo en las entrevistas en vivo con el primer mandatario.
“Por más que el propio presidente Felipe Calderón tome tan a la ligera las voces de quienes llaman a su derrocamiento y a un rompimiento constitucional, aunadas incluso a las que llaman ‘atentado’ el accidente que tuvo montando en bicicleta, el tema encierra algo más que la calentura de unos pocos”, dice el analista del quehacer militar.
Cuestiona la inexperta juventud del equipo calderonista. “La llegada al poder del Partido Acción Nacional cegó de tal manera a sus líderes, que se olvidaron de que la juventud no está reñida con la experiencia…
“…y en lugar de allegarse a los mejores talentos políticos, cualquiera que fuese su origen, se dedicaron a echar por delante el empuje de la juventud, aunque ésta no tuviera la menor experiencia, como lo demuestran día a día”.
De inmediato, el analista de las fuerzas armadas advierte: “en la actualidad, me comentó un ameritado jefe militar, cada vez (los chicos de Calderón) se alejan más del sentido común, y para entenderlos hay que pensar al revés”.
Aquí inicia Ibarrola una serie de pronunciamientos muy serios que obligan a la reflexión.
“La inseguridad pública difícilmente se va a solucionar con reuniones palaciegas o marchas iluminadoras, porque al final de cuentas, hay quien, con sus alianzas, quiere controlar todo el sistema de inteligencia del país, sembrando además confusión con mensajes manteleros supuestamente del narcotráfico en contra del Ejército”. Aunque no lo dice por su nombre, es claro que Ibarrola se refiere a Genaro García Luna.
La denuncia no es menor, porque le estaría imputando al secretario de Seguridad Pública una acusación muy seria. La de ser el autor de las narcomantas que la semana pasada aparecieron en las plazas principales de muchas ciudades de México.
Pero la advertencia del analista va más allá. “Y si se tratara de un solo hombre, no habría mayor problema, pero cuando un solo hombre encabeza a un grupo de grandes alcances, que igual conjuga capacidad y perversidad, el problema se agrava”.
Otra denuncia muy seria si se interpreta que no es sólo la ambición de Genaro García Luna la que lo impulsa a controlar la inteligencia nacional.
Ibarrola es claro. Dice que el responsable de la seguridad nacional encabeza a un grupo perverso y muy eficiente en su operación. ¿Narcotraficantes? ¿El jefe de la seguridad nacional es jefe de los narcotraficantes?
El analista deja en evidencia lo que Reporte Índigo 87 (junio 20, 2008) denunció en su artículo “Intranquilidad en Verde Olivo”, cuando se exhibieron las diferencias entre el titular de la SSP y los altos mandos de la Defensa Nacional.
El analista escribe: “En círculos militares se contempla con desasosiego el hecho de que una sola institución intente cubrir las instalaciones vitales de las secretarías de Estado para controlar la información que emana de ellas”.
El mensaje es contundente. Los militares no están de acuerdo con el proyecto personal de García Luna.

Y agrega: “De la misma manera, confiaron a Fuerzas Armadas que se busca negociar con los gobernadores para que, a cambio de presupuestos generosos para la seguridad estatal, le dejen al negociador (García Luna) la libertad de designar a cada secretario de Seguridad Pública, desde luego deshaciéndose de los generales que ocupan ese puesto en algunos estados y no volver a contratar a ninguno. De esta manera tendrían el control absoluto de la información de vamos a ser rehenes, ¿para qué queremos presidente?”.
El mensaje para Calderón no deja lugar a dudas. Si García Luna se sale con la suya, será el dueño del país. Y el presidente saldrá sobrando.
Citando al secretario de la Defensa, el analista de los militares dice que el general Guillermo Galván Galván ha advertido de “la gravedad del riesgo en que el país caería si las fuerzas armadas no ponen todo de sí para respaldar al jefe del Ejecutivo federal, apoyo que es también indispensable de las demás trabes fundamentales de la vida institucional”.
La denuncia de Ibarrola es directa: “Pero ya se ve que sí hay quienes pretenden enfrentar la gravedad de ese riesgo, ya sea desde tribunas mediáticas o desde oficinas donde se teje la red en la que han caído tantos para beneficio de aquel (¿García Luna?) que busca tener más poder que el presidente o cualquier otro secretario”.
Y para cerrar su columna de advertencia, el analista dice que “Apenas en febrero pasado, el presidente Calderón llamó a la nación a un gran Plan Nacional por la legalidad y la seguridad, y no pasó nada”.
Todavía más cáustico, advierte que “Hoy, el acuerdo para lo mismo, recién firmado en Palacio Nacional con un articulado de 75 puntos, apunta a tener el mismo fin, con las agravantes expuestas”.
Es decir, no pasará nada, pero le servirá a García Luna para instalarse como el dueño de la Gestapo mexicana. “Por eso también el Ejército, aunque en esta ocasión parece haber quedado relegado del acuerdo (¿percepción o queja?), refrenda su adhesión a los intentos presidenciales”.
Sin duda, la advertencia más sensible en el artículo de Ibarrola es ésta: “Todo andará, como lo dice también el alto mando militar, siempre y cuando la nación sepa –y debe saberlo– en qué trinchera se encuentra cada quien.
“Y quien comanda la trinchera es el presidente. Si el presidente no sabe en qué trinchera se encuentra cada quien, todo está perdido, incluyéndolo a él”.
En pocas palabras, Felipe Calderón podría no saber en qué trinchera se encuentra García Luna. Y si así es, también
él está perdido.
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