Escrutinio
Por Juan José Morales
Reza el viejo dicho infantil: “Botellita de jerez, todo lo que digas será al revés”. Felipe Calderón parece haberlo transformado en “Botellita de jerez, todo lo que ofrecí será al revés”.
En efecto, si se pasa revista a las numerosas promesas que hizo durante su campaña electoral, se verá que, tras sus primeros dos años en el poder, las más importantes no han sido cumplidas. Es más: ha hecho todo lo contrario de lo que prometió.
El caso más notable es el de los energéticos. Primero, cuando López Obrador anunció que de llegar a la presidencia abarataría los combustibles y la electricidad para estimular el desarrollo económico y aliviar la economía de las clases desfavorecidas, Calderón lo tachó de demagogo. Pero no tardó en ofrecer que haría lo mismo. Y ya vimos cómo la gasolina, el diesel, el gas doméstico y para usos industriales, así como las tarifas eléctricas, no han cesado de aumentar desde que tomó el poder.
Se autoproclamó presidente del empleo, pero en la práctica no ha logrado crear empleos, sino sólo migrantes.
Prometió que se anularía el impuesto sobre uso y tenencia de automóviles, establecido durante el gobierno de López Mateos, hace más de 40 años, como un tributo del cual se dijo que sólo sería temporal y cuya recaudación serviría para financiar los juegos olímpicos de 1968 pero terminó volviéndose permanente. Y a la hora de hacer efectiva la promesa, dijo Calderón campechanamente que sí la cumplirá... en 2011, cuando esté por dejar la silla presidencial (si es que sigue en ella hasta entonces).
Se llenó la boca hablando de que acabaría con la delincuencia y los mexicanos gozarían de tranquilidad y seguridad, y... bueno, basta leer los periódicos para saber cómo andan las cosas en esa materia gracias a su torpe desplante de declarar la guerra al narcotráfico sin tener un plan de batalla o siquiera una idea de cómo habría de librarla.
Desde luego, esto de las promesas incumplidas y los engaños no es sólo cosa de él. También Fox nos engañó. Por ejemplo, con aquella promesa de un millón de empleos por año y un crecimiento económico de 7% anual. Los empleos generados en todo el sexenio foxista no llegaron al millón, y el crecimiento económico anduvo apenas por el 4%. Y eso gracias sólo a los extraordinarios precios del petróleo.
Ya ni quienes lo llevaron al poder financiando ilegalmente su campaña electoral y pagando —también oculta e ilegalmente— la guerra sucia contra López Obrador, sienten que Calderón podrá servirles eficientemente, pues la inseguridad, la inestabilidad social y la crisis económica también los afectan a ellos. Y tal vez no ha de pasárseles por alto que mientras en México la economía se ha estancado y la problemática social es cada vez peor, en casi toda Sudamérica —bajo gobiernos de izquierda— las naciones registran mayores índices de crecimiento económico a pesar del “entorno internacional desfavorable” al cual Calderón achaca todos sus problemas.
A lo único que atina, es a pedir unidad. Así, en la alocución que pronunció hace poco a propósito de los bombazos en Morelia, dijo: “Se puede discrepar, pero no se debe dividir y enconar deliberadamente a la sociedad.”
No cabría mayor desfachatez en un hombre que llegó con malas artes al poder, apoyándose en la guerra sucia contra López Obrador, a quien colgó el mote de peligro para México y sobre el cual difundió mentiras tales como que de llegar a la Presidencia despojaría de sus casas a la gente. Esa sí fue una campaña que dividió, enfrentó y llenó de encono a los mexicanos. Y ahora tranquilamente pretende Calderón erigirse en adalid del respeto, la comprensión y la concordia, y en paladín de la unidad nacional. Unidad entendida, desde luego, como el acatamiento y la sumisión a su autoridad.
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