Rosario Ibarra
“México huele a muerte”. La frase la he traído en la mente desde hace mucho, tras leer en todos los periódicos y enterarme por todos los otros medios de difusión del reguero de cadáveres que se encuentra en todos los estados de este territorio que se llama México y que la mayoría de los que aquí vivimos llamamos patria… mientras que “los otros” la quieren vender a retazos y se sentirían felices si la frontera norte, en vez de ser el río Bravo, lo fuera el Suchiate.
“México huele a muerte”, frase terrible, la leí en la contraportada del libro titulado Muertes históricas. En dicha obra se afirma: “Por encima de ideologías, proclamas incendiarias o discursos patrióticos, las páginas de nuestra historia se han escrito entre torrentes de sangre derramada”.
Es cierto, entre torrentes de sangre se han escrito las páginas de nuestra historia, pero entre los torrentes de sangre que hoy manchan el suelo de este trozo de América sólo se escriben historias de terror, de corrupción, de impunidad y, sobre todo, de simulación… Y qué decir de las otras historias, de las historias de dolor de los millones de hogares miserables donde los niños mueren víctimas de la desnutrición casi a la par de sus madres, y de los otros en los que se llora porque los hombres “se fueron al norte” porque aquí no hay trabajo, y de los otros, los que no viven en sus casuchas porque son los miles de pobres que llenan las cárceles…
Y de los nuestros, los de los hogares tristes, los hogares mermados, los hogares de los desaparecidos en los que el dolor punza las almas y la memoria de todos los que en ellos vivimos desde que nos los arrebataron, mientras quienes ordenaron su secuestro siguen impunes, cubriéndose los unos a los otros durante todos los sexenios...
Pero por demagogia no queda; por discursos de “mano dura” contra el “crimen organizado” quedan los tremendos intereses de los que “gobiernan” este país desde la ilegitimidad.
Todo aderezado con la invasión “verde olivo” que —aparte de intimidar al pueblo pobre— denigra a las Fuerzas Armadas, otrora dignas defensoras de la patria, pero cubiertas de ignominia el 2 de octubre de 1968 y en otras fechas en las que se pudieron repetir las palabras: “México huele a muerte”.
Dirigente del comité ¡Eureka!
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