Jaime Avilés
■ La matanza de Gaza, primera prueba de fuego para Obama
Ante todo, esta columna desea saldar una deuda de gratitud con su amigo el doctor Alfredo Jalife-Rahme, eminente analista de la política internacional y brillante defensor de Petróleos Mexicanos, quien durante los debates en torno a la reforma energética escribió: “la propuesta de (Felipe) Calderón es tan absurda como si alguien llegara al taller del cerrajero a pedirle que le abra su casa porque perdió las llaves, pero, en recompensa, le ofrece regalarle la mitad de lo que haya adentro”.
Conocida desde entonces como “la parábola de Jalife”, la idea fue recogida en una escena de El Loro Negro, aquella en que Felipato le suplica a Don Beltrone que le abra la Torre de Pemex. Por un imperdonable descuido, el autor de ese panfleto teatral olvidó darle al doctor el crédito y las gracias por su espontánea contribución.
Hace algunas semanas, Jalife-Rahme fue blanco de un linchamiento promovido por defensores a ultranza del gobierno de Israel, que lo acusaron de “antisemita”, invocando, entre otros, a los nazis, para darle mayor tremendismo a sus argucias. Ni tardo ni perezoso, Alfredo les devolvió una respuesta demoledora, en la que demuestra, con un dechado de probanzas puntuales, los vínculos que existen entre la banca israelí y el Mossad, en el marco de la política sionista (léase, racista y expansionista) de Tel-Aviv contra el pueblo palestino.
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