lunes, 2 de marzo de 2009

Krauze incita a los empresarios a rebelarse

Álvaro Cepeda Neri
El historiador Enrique Krauze (y sus acólitos del más antiguo conservadurismo a la extrema derecha contemporánea e intelectuales exquisitos prendidos a las ubres empresariales), a raíz de sus visitas (todo pagado) a Venezuela para analizar, a su manera, al populista Hugo Chávez, se ha vuelto más activo ideológicamente.

Y con motivo de sus palenques para presentar su libro –compitiendo con Luis Pazos para ver quién publica más– ha radicalizado su ferocidad, presa de intolerancia política y dizque cultural, propietario que presume de creerse el clon de Paz y deux ex machina intolerante con las demás religiones por él practicadas, para tratar de exorcizar a quienes no comulguen con sus ruedas de molino.
Es fanático del absoluto libre mercado; de la libertad absoluta y fisiocrática; desfasado del “dejar hacer, dejar pasar” (Ronald L. Meek, La fisiocracia), porque ignora el rendimiento histórico desde cuando menos la Ilustración a nuestra modernidad (de Kant a Kelsen); y de que la conducta ha de normarse jurídicamente y si es más o menos democrática y republicana la convivencia de una sociedad abierta, entonces los fines de esos medios jurídicos lo son de carácter republicano-democrático en la dirección de Tocquevielle a Popper.
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